Con Roberto Pacheco se va un chivato más

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Por Fernando Clavero
La Habana.- Roberto Pacheco murió. El octogenario narrador deportivo se despidió del mundo de los vivos este lunes, luego de muchos años de serruchar pisos, chivatear, armar líos y chicharronear, que fue lo que más hizo desde su influyente puesto de relator estrella de Radio Rebelde.
Pacheco se labró una carrera como narrador al lado del más grande de todos, Bobby Salamanca. Y cuando este murió, el 5 de abril de 1987, se convirtió en el dueño absoluto de los torneos de béisbol y boxeo en Cuba. Y no hubo una competencia allende los mares que se le escapara al natural de Caimito del Guayabal.
¿Era tan bueno Roberto Pacheco? A comienzos de su carrera, tal vez influenciado por Salamanca, no lo hacía mal. Su voz medio fañosa, le daba un toque distintivo y no se le notaba tanto la efervescencia revolucionaria que llevaba dentro. Pero con el paso de los años, se convirtió en uno más y dejó de ser un hombre normal para volverse un vocero a ultranza del castrismo.

Los programas que conducía se volvían monótonos, por los saludos y las felicitaciones, dirigidos, en la mayoría de los casos, a aquellos que le regalaban carne, bebidas, estancias en hoteles, buena vida. Por no perder eso le serruchó el piso a quien lo acompañó por años en la narración, Ramón ‘Piti’ Rivera, que como persona no se le parecía en nada.
Pacheco chivateó a compañeros, movió sus hilos para quitarse personas del camino, llamó a personeros altos del gobierno por prebendas, por viajes, para piezas para su auto, para cuotas de gasolina, para cambiar la casa, para vivir mejor. Hubo un momento en su vida en que ya no creía en nadie, a pesar de tener su vida asegurada, porque sus hijas e habían ido a vivir a España y el tenía todo garantizado en Cuba.
Nadie sabe la cantidad de países que visitó, algunos de ellos hasta en más de una decena de ocasiones. Y cuando alguna vez la dirección de la radio pensó en otro narrador, se apareció en las oficinas de los que mandaban en el país para reclamar su puesto.
Desde su tribuna en los programas de las noches de Radio Rebelde, llamó traidores a los peloteros que desertaron para ir en busca de una carrera o una vida mejor, y desde allí felicitó a los altos dirigentes de las provincias y tapó muchas cosas cuando algún oyente llamó para quejarse.
Solo se llevaba bien con quiénes no tenían que ver con él, y cuando iba con una delegación de prensa a algún lugar, estaba al tanto de todo para informar a los segurosos que acompañaban a los periodistas y narradores.
Ahora, a los 82 años, murió y lo siento por su familia, pero nada más. Pacheco no fue un buen hombre. Fue un oportunista todo el tiempo, alguien que no se cansó nunca de hacerle el juego a la dictadura, un tipo que hasta se creyó gracioso sin los dones de quien siempre quiso imitar, Bobby Salamanca.