Por Manuel Viera
La Habana.- Llevaba días inquieta, esperando para poder ir a ver a sus amigos. Yo también he estado inquieto. Hoy inicia el primer grado y nunca pensé que lo iba a iniciar aquí. Ya viene pronto la simbólica pañoleta, los gritos de «pioneros por el comunismo», los matutinos «voluntarios», las lecturas del miliciano, la sierra y el fusil y todo eso que ocupa espacios que tendrían que llenar de matemáticas, escritura y lectura.
Hay comunistas que me preguntan cada día por qué no me he ido del país. Por supuesto que soy de los que cree que tendrían que irse ellos, pero si tengo una razón de peso para irme es esta: mi hija. Quiero que estudie en escuelas de verdad, donde no falten maestros, donde no pase hambre o se le vaya la luz, en una escuela arreglada que no se caiga algún pedazo cada día y donde lo más importante no sea enseñarte una forma de pensar sino enseñarte a pensar. No me he ido de Cuba por una razón muy simple: no he podido. Sin embargo, por mi hija ponemos toda nuestra fe en que pronto lo podremos lograr.
Aunque sé que es algo bastante difícil, quisiera, y es mi mayor deseo, que aún en medio de tantas insatisfacciones pudiera ser un bonito inicio de curso para todos los niños que como mi hija aún están aquí.
