Por Edi Libedinsky
Buenos Aires.- La Vida es Bella (1997), dirigida y protagonizada por Roberto Benigni, es una extraordinaria película italiana que mezcla humor y tragedia en una narrativa profundamente conmovedora.
Ambientada durante la Segunda Guerra Mundial, la película cuenta la historia de Guido Orefice (Benigni), un encantador y ingenioso hombre italojudío que utiliza su humor e imaginación para proteger a su hijo, Giosuè (Giorgio Cantarini), de los horrores del Holocausto.
La primera mitad de la película es una comedia romántica, que muestra la peculiar y entrañable búsqueda de Guido por su futura esposa, Dora (Nicoletta Braschi). Su optimismo desbordante y su encanto logran conquistarla, y juntos construyen una vida feliz con su joven hijo. Sin embargo, su mundo se desmorona cuando la familia es deportada a un campo de concentración nazi.
En el campo, la principal preocupación de Guido se convierte en proteger a Giosuè de la dura realidad de su situación. Para mantener el ánimo de su hijo, Guido inventa un elaborado juego, diciéndole a Giosuè que el campo es un concurso en el que pueden ganar puntos siguiendo las instrucciones de los guardias. La gran recompensa, le asegura Guido a su hijo, es un tanque de verdad. Esta fachada imaginativa ayuda a Giosuè a sobrellevar las aterradoras condiciones, incluso mientras Guido soporta en silencio el brutal trato y la inhumanidad del campo.
La dirección de Benigni logra un increíble equilibrio entre momentos ligeros y la oscura corriente subyacente del Holocausto. Su representación de Guido como un padre que utiliza el humor como un escudo contra la crueldad aporta tanto alegría como dolor a la historia.
La Vida es Bella es un testimonio del poder del amor, la esperanza y la imaginación frente al sufrimiento indescriptible. Recuerda a los espectadores la resiliencia del espíritu humano, incluso en los momentos más oscuros, convirtiéndola en una de las películas más conmovedoras sobre el Holocausto.