Por Anette Espinosa ()
La Habana.- La profesora Jenny Pantoja Torres entró en esa lista de personas a las cuales el castrismo le tiene pavor y, para no ser diferente con ella, la echaron de su cargo como docente universitaria. No se podía esperar otra cosa de las hordas asesinas al servicio de la tiranía.
Pantoja, profesora de Historia, no ha cometido ningún delito, no ha violado ninguno de los artículos de la Constitución ni de esos códigos que se ha inventado el castrismo para actuar en contra de los que no profesan su ideología. Solo ha manifestado, de forma pacífica, su descontento con lo que ocurre en Cuba.
Al contrario de sus perseguidores, una jauría de cobardes que no ha tenido pudor al maltratarla a ella y a la también doctora, historiadora y profesora Alina Bárbara López Hernández, Jenny Pantoja ha mantenido siempre la compostura y ha actuado como una persona sensata, educada y responsable.
Ahora, sin embargo, como parte de la persecución y la cacería típica de los paramilitares al servicio del régimen, la separaron de su cargo como profesora de la Universidad de Ciencias Médicas.
La profesora Pantoja puede ser un problema, deben haber pensado. Su influencia puede correr como la pólvora en las filas universitarias, y eso no se lo pueden permitir. Por eso la sacan, la dejan sin trabajo, como han hecho con otros durante muchos años, porque su modus operandi no cambia jamás.
Y luego hablan de magnanimidad y van por ahí, por el mundo, con un discurso de doble moral, hablando de derechos humanos, de violaciones, cuando son ellos los primeros violadores.
A esta mujer, digna como muchas cubanas, le han quitado el derecho a trabajar, a ejercer su profesión, a tener una vía para garantizarse su sustento, si es que el salario de un profesor universitario da para eso en la tierra de la inflación, la miseria y los dirigentes corruptos.
Jenny Pantoja tiene más vergüenza que todos sus perseguidores juntos. Más dignidad que quieres decidieron apartarla de su clase, y de los que cumplieron la orden. El objetivo de todos es que, agobiada y cansada, decida un día marcharse del país. Pero ojalá que nunca lo haga, que siga acá, plantando cara a las injusticias de la tiranía más asesina de la historia.
No importa que ya no esté más en la Universidad de Ciencias Médicas, específicamente en la Facultad Miguel Enríquez, pero su influencia continuará, y esos que se prestaron para sacarla de escena llevarán consigo el peso de la ignominia.
Jenny Pantoja Torres no es la primera, ni tampoco será la última a las cuales se le vulneran sus derechos, primero como ser humano y luego como académica. Vendrán otros, y otras, porque aunque la dictadura se esté tambaleando, siempre encontrará la forma de reprimir y censurar.
