Sesenta y dos años en el que exilio y no ha pasado un solo domingo en que yo no he extrañado el parque de Güines. No importa el lugar donde he estado: enfermo en una cama, en un crucero, en Disneyland, feliz o triste, en New York, en California, o en Miami, donde sea he echado de menos aquellos domingos en mi parque.
La amistad, la hermandad, los estrechones de manos, los chistes, las bromas, y las muchachas del pueblo caminando en una vía encontrándose con nosotros.
Cada domingo he cerrado los ojos, y mirado a las aceras de enfrente, al Primo, la peletería la India, a la Esquina de Tejas que un día fundara el aragonés Mariano Domínguez.
Puedo recordar todos y cada uno de los bancos, donde están situados, y donde me he sentado.
La entrada de Iglesia, y la fuente trasera. Diviso al glorioso Edificio Balerdi, donde vivían mis amigos el galleguito Ricardo González y Eneas Esteban Almina García.
Desde Los Ángeles podía -cada domingo – ver a la dulcería Quintero, desde Miami puedo recordar a Angelito Budete trabajando en el Anón del Parque.
No faltaba ningún amigo, amigos desde el kindergarten y cada domingo sumábamos nuevas amistades .
Ahí conocí a Bebo Mcgregor, a Cuqui Amoros Oliva, a Pelencho, a Pipo CocaCola, al Chino Fito, y a Miguelito el hijo del médico.
Nadie mal vestido, todos con nuestros ajuares domingueros, nadie lucía pobre y los guajiros parecían hacendados…
Brincábamos la calle a comernos una frita o saborear un sundae de fresa o evitar que nos cayera encima un aguacero
Para mí, mejor que Chichén Itzá, en México, El Coliseo de Roma, La estatua del Cristo Redentor en Río de Janeiro, La Gran Muralla en China, Machu Picchu, en Perú, El Taj Mahal, en India ES EL PARQUE DE GÜINES.
