Por Manuel Viera ()
La Habana.- Ayer, mientras subía por la calle G se me pegó una patrulla y allí estuvo por un momento, hasta que a la altura de la calle 21 me dijeron que me detuviera y así lo hice.
Por estos dias me han parado bastante para pedir papeles y esos controles sin motivo que ellos hacen normalmente en la vía pública.
Nunca paso un semáforo en rojo por razones obvias pero, según ellos, me había llevado una roja en el semáforo de 17.
El compañero me dijo: «Si usted no se la llevó, reclámela». A lo que contesté: «Yo no pierdo el tiempo en tonterias… ponga la multa rápido porque estoy apurado. Te la voy a firmar con una sonrisa».
Mientras aquellos muchachos escribían la multa yo los miraba detenidamente y pensaba en los efectos ‘del bloqueo’. Era inevitable cuestionarme: ¿En qué momento comenzaron a sacar a los muchachos de sexto grado para montarlos en una patrulla?Y es que entre aquellos dos chiquillos no llegaban ni a mis años ni a mi peso. Se necesitarían tres o cuatro para armar con ellos un hombre.
De momento comprendí porqué, a menudo, hacen falta seis o siete para golpear a una persona.
Miré a Susma, que iba a mi lado y estaba bastante molesta con la injusticia y le dije: «Tranquila, mi vida… imagina que yo tuviese que perder mi tiempo o mi tranquilidad para discutir con dos culicagados».
Firme el ticket, me subí al carro y me fui. Hay plantas que se matan solas, pero hay algunas que son perennes.
Solía ser un defensor agresivo de mis derechos y si hubiese tenido 20 años menos ahora mismo mi detención fuese noticia pero con los años he aprendido mucho a defenderme sin «hacer nada».
