Por Rolando Feitó ()
Novosibirsk (Rusia).- Lo llevaban vigilando varios días a la semana durante varios meses. Los esbirros se turnaban para seguir sus pasos y averiguar qué decía y cómo pensaba. La gente al principio llegó hasta pensar que andaban detrás de un delincuente, al parecer muy peligroso.
Estuvieron preparando varias trampas con redes durante varias noches para capturarlo porque lo querían atrapar vivo. Sí, era importante detenerlo vivo para interrogarlo y ver cómo pensaba, saber qué es lo que quería y por qué hacía eso que hacía.
Estaban desesperados a la caza de alguien que parecía invisible pues nadie nunca veía al, según ellos, “temido” sujeto que perseguían. La gente solo observaba el operativo de esbirros movilizados que se desplazaban de un lado a otro por las calles y hasta por las azoteas de los edificios.
Una vecina, intrigada se acercó al jefe de los perseguidores y le preguntó que por lo menos le describiera al sujeto que buscaban, pues a lo mejor ellos lo conocían o lo habían visto. El esbirro mayor le dijo que se trataba de un delincuente peligroso, de mirada extraña, que se movía discretamente con un par de alas grandes y que casi nadie lograba verlo a simple vista.
A la vecina de pronto le pareció, por la descripción, que se refería a un Ángel guardián e intentó explicarle al esbirro que los ángeles guardianes no son delincuentes, que solo tratan de ayudar e iluminar el camino de las personas que cuidaban y darles un poco de ánimo y esperanza en tiempos de oscuridad, frustación y tristeza.
Entonces el jefe de los esbirros miró por primera vez a los ojos de la vecina y le dijo: y usted quiere alguien más peligroso que una persona con esperanzas en tiempos tristes y de frustación.
(Pequeño homenaje al valiente civismo de Jorge Fernández Era y de la historiadora Alina Bárbara López Hernández)
