CONVÉNSANME, DEMÓCRATAS

SUGERENCIAS DEL REDACTOR JEFECONVÉNSANME, DEMÓCRATAS
Por Javier Bobadilla
La Habana.- La semana pasada fui trumpista, hasta que Biden, en un momento de claridad, retiró su candidatura a la reelección. ¿Lo obligaron? No se sabe. Aceptó, que es lo importante. Tomó una decisión honorable como pocas.
Igual, no iba a ganar. Está ido de la cabeza, y todo el mundo lo sabe. Se apaga y se enciende. Y siendo la presidencia de los EE.UU el puesto de trabajo más importante del mundo y el de mayor responsabilidad, no era viable.
Por el otro lado está Trump, de nuevo, pero ahora sobrecargado. Ahora es divino. Sobrevivió a la bala y volvió a nacer. El Partido Republicano en pleno, o le tiene miedo, o le conviene seguirlo, o una mezcla de ambas, que es la más común. Gente que después de lo del Capitolio tomó distancia y le hizo ascos, ahora le perrea un puesto en el gobierno. Es la misma gente que no quería ni hablarle cuando Trump empezó la campaña del 2016, y que se le acercó cuando empezó subir en las encuestas. Gente que va y viene con el viento.
Los seguidores, no. Esos han sido fieles, todo el tiempo. Trump llevó el populismo a niveles latinoamericanoides, pero contrario a los populistas latinoamericanos, no hizo las locuras que prometió. De negocios sabe.
¿Qué nos podemos esperar de él en esta vuelta?
No le queda mucho que hacer, en la primera vuelta acabó. Volver a recoger la Embajada, cerrar la frontera, quitar el parole y deportar a todos los I-220, A o B. Tapar la olla de presión, soldar con varilla la tapa y subirle la candela a todo lo que da.
Y ustedes me dirán que no lo va a hacer, porque pierde el voto cubano. Y yo les diré que Trump no necesita el voto cubano. Trump tiene seguro el voto de los estados tradicionalmente republicanos, que son muchísimos más, y ahora está luchando el voto de gente que anteriormente votaba demócrata. Que cuando le digan que van a deportar a millones de inmigrantes, y que van a recuperar millones de puestos de trabajos, y que sus hijos van a jugar seguros en unas calles sin traficantes y sin gente hablando idiomas extraños, van a votar por él sin mirar para al lado.
El voto cubano lo necesitan Marco Rubio, María Elvira Salazar y Mario Díaz-Balart. Ellos son los que tienen que batirse para que la mitad de Hialeah no termine aquí, pidiendo recargas y viviendo en afrentas y oprobios sumidos, pero calladitos y obedientes para que los dejen volverse a ir en la próxima temporada.
A Biden no le interesaba Cuba. A Trump, sí, porque añora quedar en los libros, y sabe que Cuba es una oportunidad de oro para hacer historia.
¿Yo? ¿Personalmente?
Biden no me caía particularmente bien. Estaba flojo, incluso cuando estaba claro. Kamala, la sucesora directa, tampoco me cae especialmente bien. Si los demócratas quisieran ganar en serio, le hubieran metido otro pie más a Biden y hubieran propuesto a Michelle Obama, y que cunda el pánico. O hubieran sacado a algún demócrata centrista, para que los republicanos a los que no les gusta Trump, pero no tienen otra opción, pues eso, tuvieran otra opción.
Trump es una vergüenza. Washington no se rebajaría a dirigirle la palabra. No ha entendido la grandeza del puesto.
George Washington fue el primer Presidente de los Estados Unidos, y por esa línea, el primer presidente del mundo. Básicamente, en los EE.UU inventaron la presidencia. Divagaron, eso sí. Las propuestas fueron de locura. «Excelencia», «Alteza», «Alteza Electoral», «Protector de Sus Libertades». La tradición británica y masónica les ganó, hasta que el mismo Washington llamó a la cordura y se decidió por la propuesta más sencilla, «Mister President». De hecho, estaba ahí por eso, no por saber mucho de economía, ni de política ni de diplomacia.
Estaba ahí porque era respetado, era modesto e imparcial, prácticamente apolítico. Su lealtad estaba con Los Estados y con más nadie. En su presidencia -muy diferente al concepto moderno-, fue un árbitro en el proceso creativo de la nación. En ese momento no existían partidos políticos, ni había derecha ni izquierda. Ni siquiera se contemplaron en la Constitución. Todo el mundo asumió que no serían necesarios, y para Washington eran una señal de división. Incluso cuando surgieron unos años después, nunca perteneció a ninguno.
Todo esto era, por supuesto, puro idealismo. Los partidos surgieron no por el Qué, sino por el Cómo, y los culpables fueron los dos miembros más importantes del gabinete presidencial, Thomas Jefferson y Alexander Hamilton, Secretario de Estado y Secretario del Tesoro respectivamente, equivalentes al Canciller y Ministro de Economía y Finanzas en Cuba.
Jefferson fue el principal redactor de la Declaración de Independencia. Era un burgués esclavista sureño. Hamilton era inmigrante, un genio de la economía, pero totalmente abrasivo, explosivo y temperamental, y le decía las cosas a la gente en la cara sin pensar primero. Ambos se detestaban profundamente y se fajaban en las reuniones. No me digan que no los conocen. Ustedes son fans a esta gente. Washington está en el billete de $1, Jefferson en el de $2, y Hamilton en el de $10.
Puede ser una ilustración de dinero y textoEl caso es que a la hora de decidir e implementar el sistema económico americano, la guerra entre Jefferson y Hamilton llegó a niveles tóxicos. El que fuera un sistema prácticamente unipartidista, súbitamente se rompió. Se perdió la unanimidad. Washington los llamó a contar, sobre todo a Hamilton, que era el más bocón, y su discípulo de cuando la guerra. Nada. Hamilton terminó creando el Partido Federalista, y Jefferson el Partido Demócrata-Republicano.
¿Qué hizo Washington con esto?
Los guio para que cada uno diera lo mejor para la Unión. Balanceó la ecuación entre el poder federal y el estatal, y entre la economía centralizada y el libre mercado. Instituyó el Banco Central y la Deuda Nacional de Hamilton, pero mantuvo el poder de decisión y la independencia estatal de Jefferson.
Eso es lo que hace un presidente. Une disensos para un bien mayor. Arma una estructura donde los demás solo ven piezas sueltas. Y como Washington, cuando termina su trabajo, se va.
¿Viejos decrépitos agarrándose a una silla? ¿Tipos diciendo más mentiras que un caballo corriendo? ¿Gente jurando destruir al otro partido?
Déjà vu. Y no me gusta.
Kamala Harris, y esto es lo más importante para mí, no sé que piensa hacer al respecto de Cuba. Si me dejo llevar por lo que he visto, me imagino que hará la vista gorda y le seguirá dando parole alegremente a los hijos de los pinchos y a los oficiales del Minint.
La semana pasada fui trumpista, hasta que Biden renunció a la candidatura, pero eso no quiere decir que esta semana me vaya a volver harrista. Simplemente no tenía más opciones. Ahora me tienen que convencer.

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