¿POR QUÉ EL CASTRISMO NO QUIERE QUE LOS CUBANOS TENGAN AUTOS DE LUJO?

Desde la Cofa¿POR QUÉ EL CASTRISMO NO QUIERE QUE LOS CUBANOS TENGAN AUTOS DE LUJO?

Por Jorge Sotero ()

La Habana.- Desde que el castrismo se hizo del poder en Cuba, en 1959, se terminó la venta liberada de vehículos. Jamás un cubano normal se pudo comprar un ómnibus, un camión o un auto en un concesionario. Fidel Castro decidió que a los cubanos comunes no les tocaba. Y punto.

La venta de camiones y vehículos ligeros continuó. Por décadas, los mismo camiones viejos que circulaban en tiempos de Fulegencio Batista, y antes, comenzaron a pasar de mano en mano y a sobrevivir en las maltrechas carreteras cubanas, gracias a la inventiva de unos cubanos locos, capaces de obrar milagros.

Lo mismo sucedió con los autos. No es rato que sea Cuba el único país del mundo donde ruedan aún coches de la década del 50, del cuarenta y hasta del 30 del siglo pasado. Por eso, también, ocurren accidentes inexplicables, vinculados a vehículos muy viejos, en carreteras en lamentable estado de conservación.

Después de tomar el poder, los Castro y aquellos de cierta importancia que los acompañaron en la aventura de convertir a Cuba en la Cenicienta del mundo, siguieron usando autos de gama alta. Por un tiempo, Fidel Castro usó los Chaikas rusos, feos y blindados, pero enseguida se dio cuenta de que los Mercedes Benz eran mucho más cómodos. La tradición se extendió a la familia, al extremo de que su nieto Sandro aún los prefiere. Y Tony, el médico que ya no es médico, porque es dirigente deportivo, también.

Durante algunos años, los científicos más destacados, los mejores deportistas y los que se destacaban en la producción, se ganaban el derecho de comprar autos rusos: Lada, Moskvich, o los incómodos Fiat polacos. Esos procesos de selección era una locura. En ellos hasta se fajaban padres e hijos, se sacaban trapos sucios infinitamente, porque era lo que quería el régimen y el manipulador mayor. No olvidaban la política del César: «divide y vencerás».

Fuera de eso, se acabaron los autos nuevos. Eso se terminó con la caída del socialismo, pero luego hubo un auge relativo del turismo y el gobierno tuvo que comprar autos para alquilárselos a los visitantes extranjeros. Y cuando ya no servían, se los vendían a los que iban de misiones oficiales al exterior, pero solo a diplomáticos y segurosos. Los médicos, por ejemplo, no tenían oportunidades.

Alguna vez intentaron vender carros en algunos lugares, pero los precios parecían de otra galaxia. Un Peugeot cualquiera, por ejemplo, valía más que el más moderno Lamborgini. Era una burla, porque los dirigentes cubanos no se han cansado nunca de tirarle a la cara al pueblo que no les importa nada más que no sea su tranquilidad: la de ellos, no la del vulgo.

Ahora, dicen, van a permitir importar a los que van en misiones oficiales. Pero en la misma Asamblea Nacional en la que se habló de eso, Manuel Marrero, el grasiento primer ministro dijo que era incompatible con el sistema cubano que hubiera autos de lujo en las calles, como si ellos montaran en tractores.

Al final, no venden autos porque no quieren que la familia tenga la posibilidad de visitar lugares, de hacer dinero por gestión propia, de crearse un empleo de taxista, de tener un poco más de libertad.

No venden autos, o no dejan que algún fabricante lo haga, porque no le sale de los cojones, porque no hay gobierno más ruin y descarado en el mundo que el cubano. Así de sencillo.

 

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