Por Joel Fonte ()
La Habana.- El control que la dictadura castrista ejerce sobre la sociedad cubana, sobre la vida de millones de hombres, mujeres, niños y ancianos, está apoyado, ante todo, en ese mecanismo de represión sombría que es el Partido comunista, y en el sistema de órganos de poder que están bajo su absoluto control y cuyo funcionamiento ese Partido determina metódicamente.
En la cúspide real de esa omnipotente organización criminal -concepto que a mi juicio define con apego a la realidad lo que es en verdad ese partido- se encuentra Raúl Castro.
Ese hecho lo sabemos todos los que estamos ligados a Cuba, aunque el nombre que figure en nómina como la autoridad superior de ese partido sea el de su mayordomo Díaz-Canel.
Pero, ¿tiene fundamento legal, apoyo constitucional, esa autoridad del hermano de Fidel Castro y por casi 60 años jefe del ejército?
¿Es lícito que ese hombre esté por encima del presidente constitucional y Secretario del Partido comunista, en virtud de esa ley superior que la propia dictadura gestó e impuso a los cubanos, tal y como vemos casi a diario cuando se le menciona o se muestra él públicamente, tal cual vimos en días recientes, en una reunión en La Habana que agrupó a los dictadores más aborrecidos hoy por los pueblos del subcontinente?
¿Es lícito que se muestre, en su ‘silenciosa arrogancia’ como el amo?
Esa pregunta no se la hacen muchos aquí, porque la imposicion del autoritarismo castrista ha sido y es tan común en nuestro país que la gente asume de ordinario los hechos sin preguntarse si esto o aquello que viene desde el poder es «legal» o no.
Así pues, en la constitución vigente destaca, en su «preámbulo» o introducción a su articulado, una exaltación a los «valores» que el Castrismo persigue imponer, entre ellos «la guía y el magisterio de la generación del centenario» liderada por Fidel Castro, lo que ha sido tomado por los medios de propaganda y manipulación masiva del Castrismo para inventar la figura sui generis del «líder histórico», aplicable al fallecido Castro, y la del «líder de la revolución cubana, y general de ejército» -a Raúl Castro-. Se le sigue identificando como el «general», o autoridad militar superior, a pesar de que esa jefatura del ejército le corresponde y es atribución hoy del presidente del pais.
Así pues, la respuesta es que Raúl Castro no es más que un diputado, mientras integre la Asamblea Nacional, que es el órgano bufón que el partido creó para imponer sus leyes.
Y es la propaganda castrista, que todo lo deforma y retuerce, la que lo ha hecho «lider de la revolución».
Este concepto supone no sólo la anulación del otro, el concepto de República con que se define al país en la propia norma legal, -porque en una República democrática los órganos, las instituciones, son las que ejercen el poder, y un «líder», un hombre, no puede ser fuente de poder o autoridad- sino una contradicción aún mayor por cuanto el artículo 5 de esa misma constitución determina que el Partido comunista «es la fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado».
Luego así, el mayordomo no podría, en ningún caso, estar por debajo del dueño de casa, según esa misma Ley fundamental de ellos. Pero lo está.
Y ello revela lo que es propio de las dictaduras: el dictador procura cubrir con un manto de legalidad, de garantías formales su poder, pero su arrogancia y sed de autoridad es tal que, cuando no tiene más opción para imponerse, escupe sobre todo y lo aplasta bajo su bota.
Solo cuando el déspota encuentra un pueblo firme, resuelto a enfrentarlo, su poder muere.
No más dictadura en Cuba.
(Este texto fue publicado inicialmente el 16 de diciembre de 2022)
