Por Joel Fonte
La Habana.- Las calles de la Habana Vieja estaban aparentemente apagadas; todas las calles de la ciudad, las de todo el país…
En un contexto en que desde hace demasiado tiempo la salud dejó de ser pública para ser instrumento maltrecho del politiquero discurso, donde no hay medicinas, ni hospitales limpios y con tecnología adecuada, ni médicos, sino esclavos pagados con salarios de miseria; donde el combustible es deliberadamente racionado también, podían contarse por decenas las patrullas policiales en el marco de unas pocas cuadras…
Esa realidad se acentúa porque temen la repercusión que en la memoria del pueblo tienen los levantamientos populares de los días 11 y 12 de julio del 2021, pero es casi cotidiana.
Es la realidad de un régimen corrupto, abusivo, que ha resuelto mantener el Poder contra la voluntad de millones de seres humanos que están silenciados, oprimidos, controlados, y que esos días levantaron la voz y el puño hasta hacer temblar de miedo a funcionarios ladrones y a generales que se ocultaron tras su uniforme y lanzaron a la calle a miles de reclutas, a nuestros propios hijos, a dar golpes y encerrar a los que gritaban LIBERTAD como el derecho humano elemental que tanto necesita esta nación.
Ayer me llevé a mi hijo a la base de ese edificio, y juré que mientras me quede aliento persistiré en no permitir que a él lo ideologicen, lo adoctrinen en ideas aberrantes como lo hicieron con mi generación, con tantas en 65 años, como lo continúan haciendo con cientos de miles de otros niños hoy.
Y me reafirmé en la idea de que este régimen caerá, no solo porque es una consecuencia social, una lógica histórica, sino porque somos cada vez más los miles que estamos resueltos a no soportar más, a cambiar la realidad tan amarga que vivimos.
A los que se desalientan, a los que dudan, les recuerdo que una nación cambia por cada uno de nosotros.
