LOS BRINGERTON

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Por Ileana Medina ()
Tenerife.- Me gustó mucho Los Bridgerton, esa serie progre y woke que ha puesto a una negra de reina de Inglaterra en el siglo XIX.
Me gustó, primero, porque me arrastró a ella mi hija de 16 años, y la hemos visto las dos tiradas juntas en el sofá. Siempre son muy bienvenidos esos escasos momentos que nos ponen en sintonía con nuestros adolescentes.
Me gustó también por el rol fundamental que juega en la historia un libelo o revista de cotilleo, escrita por una mujer, en esencia una periodista, que encuentra en esa vía su poder y realización personal.
Me gustaron las tramas amorosas, folletinescas, soy muy fan del estilo Corín Tellado. La distancia que los intelectuales han puesto con el folletín y las novelas rosa me parece insana, ya saben ustedes, pienso que muy a menudo los intelectuales son seres que huyen de sus propias emociones e incapacidad de vivir la vida, el intelecto con frecuencia es una vía de escape del dolor emocional, lo que no tendría nada de malo si luego no lo disfrazaran de superioridad y elitismo intelectual.
Me gustó la polémica mezcla de razas, el poner los cuerpos negros y blancos ahí indistintos, sin que aparentemente el color de la piel signifique nada: ese será el día en que verdaderamente haya igualdad, cuando los colores, formas, etiquetas o categorías pasen desapercibidos, nos sean indiferentes. El efecto inicial es de shock, y poco a poco, la mirada se va normalizando, como cuando las pupilas se adaptan a la oscuridad. Punto ganado para los creadores de la serie.
Me gustaron por supuesto los maravillosos vestuarios, peinados, decorados, sets y diseños artísticos, los bellísimos actores y actrices, ya no quiero ver guerras, sino bailes y salones, cuentos de hadas donde la cenicienta se convierta en princesa.
Mi marido y mis amigos dicen que con la madurez me he derechizado. Tienen razón. Saben ustedes también que me gusta aquella conocida frase de que quien no es de izquierdas de joven, no tiene corazón, y quien no es de derechas de viejo, no tiene cabeza. Pero también hay gente de derechas a las que les resulto de izquierdas. Siempre he sido de quedar mal con todo el mundo, o no del todo bien con nadie. Dice el truhán Pérez Reverte que él no tiene ideología, lo que tiene es biblioteca. Quizás a mí me guste decir que claro que tengo ideología, todo el mundo la tiene, pero lo que no tengo es prejuicios y huyo de los dogmas. Más que biblioteca me gusta tener corazón. Lo que nos une, por encima de lo que nos separa.
Me ha gustado también que la madre Bridgerton, Violet, es una madre amorosa. Saben que después que fui madre descubrí que el amor materno y paterno es la piedra filosofal.
Es la base de la salud mental, el antídoto de la violencia social y el amor primario que determina el resto del tejido afectivo de una sociedad. Las personas bien amadas y cuidadas de niños, se ahorrarán muchos problemas de adultos, se autoengañarán menos y tendrán más capacidad de amar y cuidar a los demás.
Me gustó finalmente esa reina buena. Aunque tengo mis toques rebeldes y antiautoritarios, con los años me he ido dando cuenta de que a la gente le gusta que haya un orden, que haya una autoridad, noble y justa, que les dé seguridad, y que venga, aunque sea en la ficción, a hacer finalmente triunfar el bien.

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