EL CASTRISMO SE ABRE DE PIERNAS CON LA FLOTA RUSA EN LA HABANA

SUGERENCIAS DEL REDACTOR JEFEEL CASTRISMO SE ABRE DE PIERNAS CON LA FLOTA RUSA EN LA HABANA

Por Jorge Sotero ()

La Habana.- Desde mi terraza observé la majestuosidad con la que los navíos de guerra rusos, submarino nuclear incluido, entraron en la Bahía de La Habana. Los seguí con la mirada hasta que se me perdieron en sus maniobras para atracar en el muelle de los cruceros, y la Lonja del Comercio me los ocultó a la vista.

Luego me fui a las redes y a los medios a ver las reacciones, y después bajé a la calle a sondear la opinión del cubano de a pie, ese que se preocupa más por lo que tiene que buscar para alimentar a su familia que por los barcos que atraquen en un muelle de la rada habanera.

Algunos, en las redes, ven con buenos ojos que esos barcos rusos hayan llegado hasta La Habana, porque creen que es el espaldarazo que necesita el gobierno cubano para acabar con las suposiciones de aquellos que creen que el castrismo se puede caer en cualquier momento.

Buques de guerra de EEUU siguen a la flota rusa en camino a Cuba | El Nuevo  HeraldEsos creen que, con la presencia de una flota rusa cerca, a nadie se le ocurra salir a la calle o motivar cualquier levantamiento. Ilusos que son, el problema de Cuba es el hambre, un pueblo herido en el estómago y en todo lo que tiene que ver con la vida cotidiana, y eso nadie lo para, solo que al parecer no ha llegado el momento.

En las redes, también creen que se trata de una provocación total, orquestada entre La Habana y Moscú para obligar a Washington a sentarse a la mesa de negociaciones y reconsiderar la ayuda a Ucrania y la autorización para que el armamento de Occidente sea utilizado contra territorio ruso.

Quieren que Estados Unidos sepa que los rusos tienen también bases cerca de sus ostas, como tiene el ejército estadounidense bases militares, con armas nucleares también, cerca de las fronteras rusas. Es una prueba de fuerza, de esas a las cuales nos tiene acostumbrados las grandes potencias, solo que Cuba hace de nuevo el papel de sumiso de una de las partes, a cambio de nada.

Buques de combate rusos llegan al puerto de La Habana en Cuba | El Nuevo  HeraldO sí, a cambio de que Putin les garantice su permanencia en el poder, que es al menos lo que piensan. E igual, como saben que la referida flota saldrá desde La Habana hasta Venezuela, tienen claro que Moscú también le dará un espaldarazo grande a un Nicolás Maduro que perdería las elecciones con facilidad, si no fueran a ser manipuladas, como otras veces, por sus propios partidarios.

Moscú se está afincando en el Caribe, como lo está haciendo en África. En los países de los cuales sale Francia, entra Rusia. He ahí los problemas entre Emmanuel Macron y Putin, y eso que en algún momento se dieron la mano como grandes amigos, casi como aliados. Pero los tiempos cambian y ahora ambos miden sus fuerzas, lo mismo que hace Moscú con Washington, con La Habana como pala del lado ruso.

Eso sí, al cubano común le importa poco los barcos que vengan a la capital. «De vez en cuando es bueno que entre algún barco. Es verdad que los de guerra, salvo los veleros, son feos, pero que estén acá, o no, no cambiará nada. Este país está condenado y esos barcos son el fruto de alguna calentura de Raúl Castro, porque esas no son decisiones que toma Díaz-Canel. No tiene c… para eso».

Esas son las palabras de Helenio, un vecino que está siempre al tanto de todo lo que ocurre en el mundo. Para él, «Cuba no debería entrar en esos juegos, porque los grandes, cuando se viran, te pueden dar un coletazo, y luego salen abrazados y al chiquito le cuesta reponerse».

«Yo era un niño cuando la Crisis de octubre. Yo veía a mi padre y a mi tío asustados. Mi viejo era médico y me decía que si pasaba algo no quedaría nadie. Ya él sabía de lo destructivo de las armas nucleares, pero a Fidel Castro eso no le importaba, aunque mi tío siempre decía que el tipo siempre iba de farol», insiste.

«Para mi tío, que no creía en nadie, y que murió cuando el coronavirus con 96 años, Fidel Castro nunca creyó en nadie. No tuvo nunca ideología y su único objetivo era que su nombre entrara en la historia, solo que no imagino nunca la forma en lo iba a hacer», me cuenta Helenio, mientras se va a la calle a ver de cerca los barcos: «Vamos juntos», me dice, pero prefiero seguir en otra dirección.

En la esquina del hotel Paseo del Prado, Karell hace fotos. Es una joven canadiense que nunca había visto barcos tan tenebrosos de cerca. Su español es malo, mi inglés peor, pero hablamos un rato. Hay un lenguaje que todos entienden, cuando encuentras algunas palabras comunes y te auxilias de manos, ojos, cejas y todos los gestos posibles.

«Esto no me da nada bueno. Es peligroso el juego con este tipo de juguetes», creo que me dice. Y me aclara que «no es lo mismo andar con armas pequeñas, como fusiles o tanques, que con estas cosas pesadas, cargadas con armamento de cualquier tipo».

Para ella, la visita a La Habana ha sido una oportunidad tremenda, y promete que emprenderá una campaña para que se cumplan todos los convenios internacionales contra las armas de destrucción masiva: «El mundo, a pesar de todo, es muy lindo para que unos locos jueguen con él. Esos barcos, deben estar en sus bases. Las guerras deben parar, pero no es así».

«Weapons leave huge profits for the powers, that’s why there is war», me dice, y se despide con una sonrisa que esconde tras el humo de un cigarrillo recién encendido.

Yo retorno a casa. Mis niñas juegan en la terracita con Mouse y Techy, el perrito y la gatita. Ríen, están felices. Me cuesta pensar que haya gobernantes que presten a su país para el juego de la guerra y la destrucción, pero de los que gobiernan en Cuba se puede esperar todo. A ellos solo les preocupa su bienestar y el de su familia. Los demás pueden morir. En 65 años de revolución lo han demostrado.

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