Por Esteban Fernández Roig
Miami.- Al acercarse el “Día de los Padres” me viene a la mente que durante la época de “las vacas gordas” del Autenticismo, mi padre tenía mil amigos, la casa llena de gente. Después del 10 de Marzo, quedaron menos.
Yo siempre tuve, he tenido y tengo, magníficos amigos, sin embargo, para mí (y nunca he sabido el motivo exacto) los amigos de mi padre eran más importantes que los míos.
Supongo que sería por pensar que eran los que compartían conmigo el modo favorable de ver a mi padre.
Número uno era Joseíto Pérez Abreu “el Colorado”. Papi se refería a él como “mi guardaespaldas favorito”. Yo le tenía tremendo aprecio, y nunca me cobraba por los vasitos de ostiones que vendía a la salida de La Viña Aragonesa.
El único que nos visitaba en San José de las Lajas, diariamente, era el gran Panchito Fernández.
Para mí los sagrados amigos de mi padre eran los que se reunían a su alrededor de él en La Viña y el Bar de Pancho a jugar cubilete:
Rogelio Ulloa, Carlitos Pernía, Raúl D. Valdivia, los alcaldes Tirso Brito, Armando Fernández Jorva y Palomares, los médicos Jimmy Chambles y Díaz Perdomo, el abogado Lázaro Ginebra y el poeta Francisco Riverón Hernández.
La persona que mi padre más admiraba era al sobrino de mi madre Jaime Quintero; se
desmayó cuando le di la noticia de su muerte.
Mi padre decía: “Angelito Oya y su hijo Chono, tienen fama de valientes, pero el más guapo de la familia es mi amigo Julio Oya”.
Dos jóvenes mi padre distinguía extremadamente: Gilito López, y Renán Llanes.
Tenía especial afecto por su ex cuñado el poeta Manolo Ortega Castellanos…
Socios fuertes de juergas y tomaderas eran los hermanos de mami Memo y Carlos Gómez
de la Torre.
Su parentela era escasa, yo le preguntaba: “Papi ¿verdad que ese es primo tuyo?” Se sonreía y me respondía: “No, es primo de mi hermano Enrique que es rico”…
Y después de haber hecho mil favores en Güines -como Secretario de la Administración Auténtica- a su entierro -acompañando a mi madre y hermano- solo fue su más fiel amigo: el concejal Eugenio Domínguez Guerra.
