AQUELLOS AÑOS FELICES

LECTURASAQUELLOS AÑOS FELICES
Por Jorge Luis García Fuentes ()
Hermosillo.- Raúl era mi mejor amigo del barrio, vivíamos en el mismo edificio, teníamos la misma edad y compartíamos el gusto por las historietas y separatas con juguetes de papel para armar del semanario Pionero.
Mi primer crush fue su hermana Odalis, rubia de ojos claros, un año mayor que nosotros, pero él no se metía ni la celaba, probablemente adivinando que yo no tenía el menor chance con ella.
Era buenísimo con la electricidad, la electrónica y cualquier cosa tecnológica desde chiquito. Ya siendo adolescentes, fabricó el primer «dancing light» que vi en directo, con un cajón y bombillos de colores palpitando con bajos y agudos, que probamos en alguna fiestecita casta y boba con Bee Gees, Boney M y Barry Manilow.
Luego dejamos de vernos por muchos años y cuando nos reencontramos, apenas lo reconocí. Se había graduado de ingeniero, pero su increíble potencial se estaba empezando a desvanecer. Es que a veces el destino lleva a la gente por senderos complicados, y Raúl envejecía a toda velocidad, arrastrado por el alcohol en una Habana donde mucha gente se rinde y se apaga con destilados de dudosa gama.
Fue vencido por su hígado enfermo con alrededor de cincuenta años, una edad en la que otros están empezando a vivir, o pasando a etapas y proyectos familiares nuevos.
Al encontrar esta vieja foto, con mi hermana Maité García-Fuentes en medio, seguramente en verano porque los tres nos veíamos colorados por el sol de la playa —éramos todos hijos de militares y pasábamos las vacaciones en el club de las FAR, la Casa Central—, recordé sin embargo todas las cosas buenas de mi infancia en los setentas. Y Raúl fue parte de aquel tiempo ligero, alegre, sin responsabilidades. O sea, un tiempo feliz.

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