Por Gretell Lobelle ()
Matanzas.- ¿Hablo demasiado! Hablo desenfrenadamente, sin filtros, tal cual. Describo el sentimiento all the time, como si cada palabra arrancará de mí el dolor o la alegría. A esta altura en lo que menos pienso es en parecer coherente. Soy caótica y lo único que me preocupa es aquello de mi mal ojo en «ciertas elecciones».
El flaco tiene su teoría, que estoy por creer. Pero no me quedo con un solo criterio, por eso a este hombre que estoy viendo por primera vez, le suelto:
-Siento que pierdo el foco, no sé cómo explicarlo, tengo que estar un rato sobre el mismo punto, insistir, (él me mira, me mira).
-A veces son puntitos en colores alrededor de sombras, o bichos de luces que se agolpan…(él me mira, me mira).
Escucha o eso parece.Me voy poniendo incómoda. No soporto su silencio. Ese tipo de silencios. Paso de un sitio a otro. Una luz directa amarilla. ¿Está vez habré escogido bien? En cuestiones de hombres no sé qué me pasa. No me ven o al menos como yo necesito que me vean. Este condenao me observa el alma y más allá… es un perfecto observador, el ideal stolcker.
Demasiado encima mío. Es un intruso. Me pregunto cómo alguien que está tan cerca no articule palabra, una sola palabra. Respira despacio, pausado. Puedo sentir la energía calma que fluye en este hombre. Yo solo lo escucho respirar.
He perdido los demás sentidos, estoy aturdida y me voy tejiendo mil preguntas. Si no termina pronto de hacer en mi lo que mejor sabe, me va a entrar el pánico. Acaba al fin por Dios. Ya tengo fatiga.
Me vuelve a mirar, suspira. A mí se me eriza hasta el sentimiento. Esa mirada tampoco la sé descifrar. Estoy jodia. No es que me ande equivocando por la vida, es que estoy profundamente jodía.
Se me hace más alto que al principio. Será que tiene el poder. Entonces comienza con armonía, con un tono contundente pero todo meloso a decir…
-Ojo pequeño, de color normal, bordes definidos, plano, vasos de emergencia central, ligero estrechamiento arteriocular difuso, mácula con brillo foveal, retina aplicada…
Muero con él. ¡Qué manera este hombre de decirme cosas tan bonitas! Entonces entiendo que a vece vale la pena un silencio.
