Por Oscar Durán
La Habana.- Abandone la lectura ahora mismo y quédese mirando la foto de este trabajo. ¿Lo hizo? Imagine por un momento a una pareja de ancianos sentados sobre un colchón mojado, mirando cómo un tornado le acaba de destruir su casa en un abrir y cerrar de ojos. Aclaro, es solo una imaginación porque no tenemos idea de quién vive ahí, pero no creo estar lejos de la realidad.
Lo ocurrido en San Antonio de Cabezas, localidad perteneciente al municipio matancero Unión de Reyes, es un ejemplo más de lo desgraciado que está el cubano. Verdaderamente no sé por qué la naturaleza se empecina tanto con nosotros, once millones de almas infelices. Bastante tenemos con el huracán Castro azotando desde 1959.
Que si un meteorito, que si un huracán, que si una tromba marina, que si un temblor, que si un tornado. ¿Qué nos falta? Somos un desastre andante por donde quiera que nos miren. Dime tú, un tornado en Cabezas, un lugar donde, posiblemente, el delegado de la circunscripción está llegando a Tapachula y el director municipal de Vivienda no tiene ni un clavo para arreglar una casa.
En el año 2002, ese poblado tenía cerca de 5700 habitantes. Supongamos que solo quede la mitad, dentro de esa mitad la mayoría sean personas de la tercera edad y, para completar, el tornado acabó con sus casas. Más desgraciado no se puede estar.
Claro, ahora sale el desfile de ciberclarias a decir lo de siempre: no hubo víctimas y los daños materiales fueron pocos. Mentira. El fondo habitacional de Cuba es otro desastre más. Mi casa, por ejemplo, si llegara a pasar cualquier fenómeno natural con un mínimo de intensidad, el techo me lo pone en el Expressway y la cama en Mar-a-Lago.
Ahora mismo pienso en esas personas afectadas por el tornado. ¿Qué solución les dará el gobierno? Sin un techo, durmiendo mirando las estrellas y pensando cómo se levantarán mañana para tratar de continuar sobreviviendo.
Esa es la Cuba de hoy, señores. Nos están dando por los cuatro costados. Ni la naturaleza tiene piedad de nosotros. Solamente nos falta, para terminar por todo lo alto, que el centro de Huracanes nombre Fidel a un ciclón y nos parta en dos la isla con categoría cinco.
Vaya, sería el colmo.
