Por Joaquín de la Sierra ()
Madrid.- ¿Sabías que existió un Rey Griego que no sólo peleó contra Esparta, sino también contra Roma, Cártago y otros? Su nombre era Pirro de Epiro, y su vida estuvo llena de conflictos y batallas que marcaron la historia antigua.
Sobrino de Alejandro Magno, Pirro es conocido por las guerras pírricas, que llevan su nombre debido a las costosas victorias que obtuvo.
Pirro comenzó su carrera como general bajo el mando de figuras históricas y fue tomado como rehén en Egipto, una práctica común en esa época. Al regresar, asumió el trono de Epiro. Aunque pudo haberse contentado con su reino, Pirro aceptó la invitación de atacar Roma, lo que dio inicio a las famosas guerras pírricas. Estas guerras fueron tan devastadoras que, a pesar de sus victorias, las pérdidas sufridas fueron tan grandes que equivalían a derrotas.
La situación se complicó aún más cuando Pirro decidió aceptar otra invitación para intervenir en Sicilia contra los cartagineses. Al igual que en su enfrentamiento con Roma, las campañas en Sicilia resultaron ser extremadamente costosas. Sin embargo, cuando las cosas se tornaron difíciles, Pirro aceptó nuevamente la invitación de regresar a Italia para continuar su lucha contra Roma.
Finalmente, Pirro aceptó una invitación para atacar Esparta, una ciudad famosa por sus guerreros invencibles. Después de varios conflictos y una serie de derrotas, su vida llegó a un trágico final en Argos, cuando una anciana le lanzó una maceta desde una azotea. La historia de Pirro nos lleva a reflexionar sobre las consecuencias de involucrarse en conflictos ajenos.
Incluso teniendo grandes habilidades militares, Ánibal lo reconoció como el mejor general, Pirro nunca pudo tener objetivos claros propios.
