LAS CHIVICHANAS DE SANTOS SUÁREZ

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Por Ulises Toirac
La Habana.- Una de las calles laterales de la «cuadra» donde nací y crecí, Gómez, es una loma bastante pronunciada. Nace (la loma, no la calle) en Santos Suárez (la calle, no el barrio) y deja de ser loma en Zapote luego de pasar Santa Emilia. Dos cuadras. Por Zapote pasaban las guaguas que venían de la Víbora y Los Pinos, buscando La Habana Vieja y el Vedado. El barrio era limpio y de calles lisas, así que la loma era oficialmente centro de diversión y coraje a escondidas de nuestros padres.
Si en la esquina de Santa Emilia y Gómez no había organizado un «cuatroesquinas», ubicábamos dos vigías, uno en cada esquina, para señalizar si venían carros. Eso era cuando nos sentíamos maduros. O sea, los tres días subsiguientes a una entrada a palos en nuestras respectivas casas por hacerlo. Tú sabes, siempre alguien iba con el chisme.
Brazos en molino en las dos esquinas y chivichana despetronca’  loma abajo. Generalmente el de atrás empujaba unos metros para coger impulso y se trepaba de un salto. ¡Qué coño parapente de qué! Aquello era adrenalina en su versión más pura.
Reynold Miret era un tipo bonachón. Un negro recio y sonriente que practicaba su violín varias horas al día y yo hasta bailaba en mi casa escuchándolo. Si le mirabas las manos a aquel hombre, no imaginabas nunca que era violinista en una orquesta de charanga y a cada rato en televisión «¡Mira a Reynoooool». Su pasión era la carpintería. Así que a oídos sordos de una pila de regaños nos hizo una chivichana-guagua. Aquello tenía dos banquitos de dos uno detrás del otro. Ese tareco dio de qué hablar y bajó Gómez más veces que pelos tiene un roquero.
¿Ya dije que pasaban guaguas por Zapote? Si. La 37, la 211, la 15 y la 83. Festival.
En cierta ocasión, Rivaldo, a quien llamábamos «Rivy», y alguien más, se treparon a una chivichana loma abajo. Rivy y yo casi siempre andábamos fajados. Rey, su hermano era más risueño y no le importa un carajo, pero Rivy y yo teníamos malas pulgas. Con el tiempo se nos murieron las pulgas y quiero a esos hermanos con la vida. Aun nos vemos.
Pues Rivy loma abajo en chivichana. Aquellos artilugios tenían frenos. Solo que no eran infalibles. Pasó Santa Emilia a todo meter y siguió loma abajo. Y como a mitad de cuadra el vigía de Zapote casi se para en el medio de Gómez como el cargabates de un equipo de pelota para decirle a un corredor que se detenga. Aquello no frenó y venía una 15.
El chofer de la 15 sí frenó y se bajó de la guagua poniéndose las manos en la cabeza.
Rivy, sentado en el contén justo detrás de la última goma de la guagua. Más blanco que una vela, sonreía pero se veía que no.

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