DÍAZ-CANEL QUIERE SER PRESIDENTE

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Por Oscar Durán

La Habana.- Miguel Díaz-Canel va a tener un verano un poco complicado. Se lo dijo ayer Raúl Castro (Birán, 3 de Junio de 1931) en medio de la celebración del 93 cumpleaños. Mientras comían masa frita de cerdo, el menor de los Castro se mostró preocupado porque la oposición cubana está sacando ronchas dentro de la cúpula castrista y Díaz-Canel debe resolver el problema lo antes posible.

Los apagones, la falta de alimentos y el sufrimiento del pueblo no es tema en la agenda. Con par de visitas a un municipio y tres viejas diciendo “yo me erizo”, la dictadura garantiza 20 años de mandato y represión. El dolor de cabeza está en la oposición. La ofensiva es contra los enemigos de la Revolución. ¿Y quiénes son los enemigos de la Revolución? Cuatro o cinco youtubers, Rosa María Payá y un sitio digital de periodismo independiente que controla la “bolsa de valores” en Cuba.

Como es de imaginar, un presidente de un país destartalado no está para priorizar en su mandato el desmantelamiento de una oposición. Eso tiene un poco disgustado al Hombre de la limonada, pero no hay pantalones para decírselo a Raúl en su cara.

Canel quiere ser un presidente de verdad. Ir los fines de semana, por ejemplo, a la Ciénaga de Zapata y coger langostas en un yate de dos millones de dólares. Tener en los bancos de Londres varias cuentas en euro y libras esterlinas. Que sus hijos hagan maestrías y doctorados en Yale y el hijastro vaya a hacer un postgrado en Ingeniería Comercial en la Universidad Complutense de Madrid, para después tener negocios privados como Sandro Castro.

El Puesto a Dedo quiere más. No le basta con vivir al lado de la casa del embajador de Alemania y con corriente las 24 horas del día. No es suficiente. Lis Cuesta se lo dice a cada rato: “mi amor, tú eres el presidente de este país y no lo parece. Los tiempos como dirigente en la UJC, el Partido y Ministro de Educación Superior ya pasaron. Debemos tener un status más alto. Habla con el Jefe”.

Sin embargo, Raúl Castro no acaba de darle luz verde a su principal marioneta política. Hay algo que no le convence, pero no tiene a nadie más para sustituirlo. A Gerardo Hernández lo están preparando, pero cada vez que entrega una regadera, al mes siguiente la persona está aterrizando en Miami o llegando a México para pedir asilo político en la frontera con Estados Unidos.

Si yo fuera Díaz-Canel, renunciara. Debe estar aburrido de lo mismo, mientras los Castro tienen de todo, andan gozando de lo lindo y lo pueden quitar en cualquier momento. 

Así no vale la pena ser presidente de un país. Y Canel está loco por ser presidente.

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