Por Fernando Clavero ()
La Habana.- Desde que el fútbol español irrumpió como una tromba en el panorama deportivo cubano, crecieron, casi a la par, los seguidores del Real Madrid y el Barcelona. Hay que recordar que eran los primeros años del presente siglo y los llamados galácticos hacían las delicias de los fanáticos, hasta que llegó el Barcelona de Messi y les robó protagonismo.
Desde entonces, y desde antes también, hubo hinchas del Manchester United, del Milan AC, de la Juventus, incluso de un Chelsea emergente, pero muy aislados. Lo del Manchester City es más de momento, incluso como alternativa a un Barcelona decadente y como oposición a un Real Madrid que se ha convertido en un tirano en Europa.
En España, por ejemplo, la mitad del país es del Madrid en primera instancia, o tiene un equipo y luego sigue a los blancos. La otra mitad es anti. O le van al Barcelona en primera o segunda instancia. Unos adoran a los blancos, los otros los odian. En Cuba sucede lo mismo, solo que más directamente.
Es fácil verlo en redes sociales, y también en los medios de prensa. Desde la televisión a algunos se les salen los colores, y también en medios escritos, con posiciones en los extremos de Reinier González, quien dice que es fan del Valencia, pero en realidad hincha por el Real Madrid.
El polémico González, siempre enrolado en disputas, dice que su equipo es el Valencia, porque se enamoró de aquel equipo que entrenó Héctor Cúper y que tenía al Gaizka Mendieta, a Santi Cañizares, o al Piojo López, por solo mencionar a algunos, pero todos sabemos que le tira mucho más el blanco impoluto del Real Madrid. Solo hay que ver el interés que le pone a lo que hacen los blancos.
En la trinchera opuesta está Michel Contreras, ahora cronista en los medios alternativos y una de las plumas más excelsas del periodismo cubano -por no decir la más- y no solo en lo referente a lo deportivo.
Contreras, que tiene familia en Cataluña, se ha convertido en acérrimo culé. Tal vez el más culé de todos los que viven fuera de Barcelona. Su presencia por aquellas tierras lo llevó a asimilar el discurso catalán, el odio irreductible a todo lo que sea blanco. Es de eso que, incluso, dicen que el Madrid era el equipo de Franco y que si el Barcelona lo condecoró fue por obligación. ¿Raro, verdad?
Pero es normal. Son cosas que pasan, a todos nos tiran colores distintos y defenderlos no está mal. Incluso, no está mal ser fanáticos desmedidos, siempre y cuando se respeten otras posiciones sin caer en las ofensas ni las faltas de respeto, porque, al fin y al cabo, es solo deporte. Y porque es bueno que los cubanos tengan un poco de alegría en algo, en tiempos en los que no hay muchos motivos para ser feliz.
Las preferencias divididas que se viven con Real Madrid y Barcelona, en Cuba, no se dieron nunca ni con el béisbol, sobre todo en los últimos 65 años.
Cuando Industriales jugaba por algún título, por ejemplo, la totalidad de los capitalinos de pura cepa, que cada vez son menos, iban con los azules, pero el resto del país -o casi- se colocaba en el bando contrario. Había -y tal vez haya- un antiindustrialismo marcado, sobre todo porque desde los medios nacionales, que intentan marcar los estados de opinión, prima la defensa del equipo de la capital.
Otra cosa ocurría cuando los rivales eran dos equipos del interior. Digamos Santiago de Cuba contra Villa Clara, o este últimos con Pinar. También con los pinareños y santiagueros. Era normal. Y digo era porque el deporte nacional de los cubanos ha perdido su esencia y ya nada es como hasta hace, por lo menos, un par de décadas.
Esos espacios, esas polarizaciones, las ha ocupado el fútbol, sobre todo La Liga, y mucho más con el Real Madrid y el Barcelona.
Hoy debe estar rabiando Michel Contreras, y de plácemes Reinier González. Pero es deporte y está bien. El deporte, la alegría por las victorias, o por las derrotas contrarias, no le hace daño a nadie.
