¿POR QUÉ BAJAN LAS DIVISAS Y SUBEN LOS PRECIOS?

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Por Jorge Sotero ()

La Habana.- En este país nuestro ocurren cosas inexplicables, de esas que solo nos creemos nosotros, los que vivimos acá, porque las vemos. Y tampoco podemos explicárselas a nadie de fuera de nuestro entorno, porque nos creerán locos.

De esas cosas hay muchas. Tantas que se podía hacer un catálogo enorme de las sinrazones de nuestro país, yendo de lo más simple hasta lo más complejo, desde la situación y el comportamiento del más humilde de los cubanos, hasta el actuar errático del presidente, por ejemplo.

En Cuba, como no se produce nada, no hay picos de cosecha y, por lo tanto, los precios no bajan jamás. Todo lo contrario: van en una espiral ascendente que coloca los productos cada vez más lejos del bolsillo de las personas comunes, las que viven -o intentan vivir- del trabajo honrado.

El gobierno participa en todo esto. Se presta. Se ofrece, y se deja sobornar. El sistema como tal es rehén de unos pocos, de una familia y de algunos empresarios, y el rescate lo intenta pagar con lo que le roba al que trabaja. Funciona así, y te lo digo yo, que de economía no sé mucho, porque no he estudiado esa carrera en ninguna universidad, pero he hecho un doctorado en cómo hacer que sobreviva una familia de cinco personas con el salario de dos profesionales.

En las últimas dos semanas, luego de quejas constantes del castrismo, por el alza constante, el dólar -y el resto de las divisas- comenzaron una caída en barreno inexplicable, de la cual ya no culpan a El Toque, pero sí al gobierno. Ya desde estas páginas hablamos de eso, y lo volveremos a hacer, pero ahora solo quiero cuestionarme las razones por las cuales si el dólar baja, los productos siguen subiendo de precios, entre ellos los que vende el gobierno.

El aceite, que no lo produce nadie en su casa, cada vez está más alto. Y el gobierno no le pone topes a los precios, como tampoco lo hace con lo que vende Katapult, la empresa de ventas online, propiedad de Hugo Cancio, un amigo de la dictadura, residente en Estados Unidos, que vende en Cuba al precio que se le ocurre, en la moneda que le da la gana, sin que los gobernantes establezcan control alguno.

¿Por qué el gobierno cubano le topa los precios a los campesinos y no lo hace con Katapult? ¿Por qué la leche que produce el dueño de la vaca tiene un precio fijado por la tiranía y la que vende Hugo Cancio no? ¿Por qué la carne de cerdo del campesino está limitada y la que venden online las empresas aliadas de la familia Castro tienen vía libre?

No hay otra explicación que no sea el desprecio total al pueblo, a la gente común, al trabajador, al intelectual, al artista, al hombre y la mujer normales, esos que se dejan la vida cada día por sacar adelante a su familia.

Esos no importan. No importaron nunca, cuando no fuera para hacer número en actos políticos, para sumar en manifestaciones de apoyo al gobierno actual, y al del fallecido tirano, que se manejó como pez en el agua, con el respaldo de los medios de prensa cubanos y de algunos extranjeros, para venderle al mundo una realidad que ni él mismo era capaz de explicar.

Ahora pagamos los cubanos las culpas porque había que satisfacer el ego desmedido de los Castro, los lujos de la familia, las ansias de poder. Y lo pagamos con hambre, miseria, enfermedades, insalubridad, miedo, apagones, abulia generalizada, con una vida miserable… y no intentes explicarlo, que no podrás hacerlo. O al menos, nadie nos va a entender.

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