LA EVOLUCIÓN DEL CORRIDO: DE CRÓNICA POPULAR A GÉNERO MUSICAL

CURIOSIDADESLA EVOLUCIÓN DEL CORRIDO: DE CRÓNICA POPULAR A GÉNERO MUSICAL

Tomado de MUY Interesante

Con la revolución mexicana, el corrido alcanzó su mayor auge y adquirió un significado determinante.

México DF.- El invierno de 1914 toca su fin. Entre los soldados harapientos y unos vendedores trashumantes que se arremolinan junto a la hoguera, se encuentra John Reed, el intrépido corresponsal del Metropolitan Magazine de Nueva York. Hace frío y los acechan las huestes del general Benjamín Argumedo. El canto de uno de los hombres quiebra con un verso el silencio de la noche. Enseguida, otra voz toma el relevo componiendo un segundo verso y así, sucesivamente, hasta completar el ritual, del cual brota un corrido sobre Francisco Villa. De esta manera, un tanto novelesca, el periodista estadounidense dio cuenta, en su libro México insurgente (1915), de las señas de identidad de un singular género literario y musical, que capturó, a ritmo de baladas, un episodio trascendental de la historia contemporánea.

Los estudiosos coinciden en que este género tiene su origen en la guerra de Independencia, como una expresión popular de contar los sucesos más relevantes.

Los estudiosos coinciden en que este género tiene su origen en la guerra de Independencia, como una expresión popular de contar los sucesos más relevantes.ASC

La banda sonora de la revolución mexicana

Es la expresión más importante de la tradición mexicana y su vitalidad palpita por los cuatro costados de la nación. Si bien el corrido existía mucho antes de que John Reed decidiera, en su empeño por entrevistarse con el Centauro del Norte, acompañar a los hombres del general Tomás Urbina, lo cierto es que fue en tiempos de la revolución cuando este canto cobró un significado determinante. El corrido evolucionó a partir del romance, que los españoles introdujeron durante la conquista, por lo que ambos comparten bastantes características: su voluntad de narrar historias verosímiles, líricas, épicas o trágicas, la variedad temática, así como la tradición oral, que ha posibilitado que existan diferentes versiones de una misma composición. Y, a semejanza de los juglares en la Europa medieval o los ciegos y su literatura de cordel, los corridistas se apostaban en plazas, mercados y ferias para interpretar decenas de corridos, con la ayuda de un instrumento, como la guitarra o el acordeón, entre otros. Los temas son, asimismo, variados: sobre amores truncados, venganzas, crímenes, proezas extraordinarias y, en suma, toda una colección de asuntos muy del gusto popular.

Pero, tras el estallido revolucionario, el corrido contrajo un compromiso político y social que terminó de asumir su papel en la historia y la cultura mexicanas. En realidad, esta reacción ya había sucedido en la guerra de Independencia (1810- 1821) y durante el enfrentamiento contra Estados Unidos (1846-1848). El corrido, tan atento a las vicisitudes y a los protagonistas de cada momento, se prestó al servicio de la causa. Ahora bien, desde 1910, se convirtió en un eficaz instrumento de propaganda, particularmente en favor de los revolucionarios, dentro y fuera del teatro de la guerra. Su cometido consistía en convencer al escéptico y atraerse su apoyo, si no conmoverlo, soflamando su patriotismo y apelando a sus sentimientos más hondos. El corrido también debía reafirmar las ideas de sus partidarios, aleccionarlos y dispensarles un simbólico resorte al que aferrarse, ya fuera para celebrar las victorias o como lenitivo del dolor provocado por las derrotas. Por otra parte, el corrido reveló su idoneidad, desempeñándose como noticiero y cronista de los acontecimientos relevantes para la comunidad, cuando no para todo el país. La velocidad con que era capaz de propagarse, de boca en boca o a través de los escurridizos pliegos y hojas volantes, alcanzaba un impacto mayor en la transmisión del mensaje revolucionario frente a las limitaciones con que se topaban los libros y los periódicos, sobre todo teniendo en cuenta los altos niveles de analfabetismo de la población. Así pues, la tradición oral que le es propia al corrido hizo de él un aliado sumamente atractivo para crear estados de opinión y, en última instancia, para narrar la historia de México en un sentido afín a la razón de ser de la revolución.

El periodista estadounidense John Reed contó de primera mano los hechos de la revolución al acompañar a los villistas en la realización de su trabajo como corresponsal para su país.

El periodista estadounidense John Reed contó de primera mano los hechos de la revolución al acompañar a los villistas en la realización de su trabajo como corresponsal para su país.ALBUM

Un ‘arma del pueblo para el pueblo’

En este periodo, ¿cuál fue el secreto del éxito del corrido? La respuesta pone de manifiesto su profundo arraigo popular. Como una suerte de patrimonio cultural e identitario comúnmente aceptado, los corridos circularon libremente por el territorio levantado en armas. No encontraron grandes obstáculos para lograrlo, gracias a sus hábiles y sencillas formas de apelar al ‘pueblo’ y de invitarlo a cantar, a hacer suyo el mensaje revolucionario y a reproducirlo, cómo y dónde buenamente se pudiera. He aquí un extracto del corrido anónimo “Canto al obrero”: ¡Mexicanos! La patria nos llama

a luchar con denuedo y valor, por la causa del pueblo que aclama: libertad, democracia y honor. […] Un gobierno que anula un congreso y reduce a prisión diputados, por la fuerza, sin ley ni proceso, es gobierno de puros malvados.

Y la población consintió de buen grado prestarse como vehículo de transmisión de artefactos ideológicos que, sin embargo, sonaban familiares: la clave radica en la brevedad de sus versos, normalmente octosílabos, en su rima y melodía sencillas y en el empleo de un lenguaje del vulgo. Todo ello facilitó el aprendizaje de los corridos por cualquier persona, al margen de su nivel de instrucción y politización. La autoría de los corridos tampoco impuso restricciones a su movilidad o a su alteración, pues debía prevalecer la perentoriedad del mensaje. Buena parte de los corridos son anónimos y algunos debieron de ser obra de los propios combatientes. No hay que olvidar a los cancioneros que se adhirieron a las tropas ni su tarea al término de las batallas, pues tan necesario fue saber empuñar un arma o prestar auxilio en la retaguardia, como entonar las razones de tales esperanzas y semejantes sacrificios, con la finalidad de grabarlos en el ánimo y en la memoria de toda una sociedad. Algunos de aquellos compositores fueron Samuel M. Lozano, integrado en la División del Norte, o Marciano Silva, quien cantó las hazañas del general Emiliano Zapata desde las filas del Ejército Libertador del Sur.

Así que, probablemente, la escena ideal que Reed narra en su valioso reportaje no sucediera tal y como la describió. Por lo menos, condensa la idiosincrasia del corrido y atestigua la importancia y la necesidad de cantar vivas al gran general y a sus aguerridos soldados en momentos críticos, de incertidumbre y peligro.

Con el tiempo, el corrido pasó de ser una crónica popular a un género instaurado en la industria musical, y como todo estilo, derivó o influyó en la creación de otros nuevos.

Con el tiempo, el corrido pasó de ser una crónica popular a un género instaurado en la industria musical, y como todo estilo, derivó o influyó en la creación de otros nuevos.ASC

De bandidos a héroes

Desde luego, los caudillos y prohombres de la revolución, así como sus valedores, se erigen como los principales protagonistas de numerosos corridos de la época, en la medida en que encarnaron figuras de autoridad popular consensuadas. Por eso, sus efigies brillan con atributos que ponen de manifiesto su valentía y su desprecio por la muerte, un hondo sentido de la justicia social, la inclemencia a la hora de castigar al enemigo y su astucia en el tablero bélico, además de una ostentosa virilidad aderezada con comportamientos machistas.

En realidad, el arquetipo del caudillo revolucionario que presenta el corrido tiene mucho más que ver con un personaje anterior: el bandido. El Porfiriato logró someter no solo a los campesinos e indígenas que se rebelaron para preservar sus tierras ante la oligarquía, sino también persiguió encarnizadamente a los bandoleros y cuatreros que menudeaban por diferentes regiones. Sin embargo, si para la élite el bandido era sinónimo del atraso social y, por consiguiente, su pervivencia justificaba las expropiaciones y un mayor control sobre el territorio, en cambio, para los desheredados, estos ladrones aún portaban motivos de esperanza para frenar la redistribución de sus tierras. Es lógico que el popular corrido, y no la literatura culta, ensalzara a un colectivo considerado al margen de la ley y que tomara por virtuosas sus fechorías cometidas en contra de la propiedad. El bandido se transformó de este modo en un salvador de los desfavorecidos, trágicamente predestinado a sucumbir ante la tiranía del orden institucional.

En México, hasta llegada la posrevolución, la mayoría de la población era analfabeta, el corrido surgió entonces como la única alternativa para difundir y narrar los acontecimientos.

En México, hasta llegada la posrevolución, la mayoría de la población era analfabeta, el corrido surgió entonces como la única alternativa para difundir y narrar los acontecimientos.USC LIBRARY

Cantando las gestas y virtudes de Pancho Villa

Lo que se sabe de la biografía de Francisco Villa es suficiente para comprobar hasta qué punto el líder de la División del Norte se adecúa a este arquetipo contradictorio y ambiguo, donde el bandido, que es al tiempo un héroe nacional en virtud de sus ideales revolucionarios, se codea con el poder y participa de ciertos privilegios. Así lo entendieron quienes, antes y después del fatal desenlace de Villa, compusieron un abultado número de corridos alabando sus campañas militares y destacando sus cualidades de humanidad y hombría. Inclusive aquellas decisiones que pudieron desacreditarlo fueron cantadas como aciertos propios de un caudillo que obra siguiendo un noble sentido de la justicia; como, cuando, en 1920, el gobierno de la huertista pactó el retiro de Villa. Lejos de desencantarse con la decisión del general, el corrido “Rendición de Francisco Villa y sus leales guerrilleros” insiste en las garantías que el legendario general negoció para los suyos y en la anhelada paz que propiciarían sus gestiones con el poder: Ninguno lo quería creer, pero Villa se rindió y dijo: “Lo que hago yo, lo hago en aras del deber”. Mas Villa y sus hombres no fueron protagonistas exclusivos de las estrofas que circularon en su favor. Son conocidas las del llamado “Siete Leguas”, dedicado al caballo del general, uno de los pocos corridos atribuidos a la autoría de una mujer, Graciela Olmos. Tampoco la totalidad de corridos que se oyeron entonces ensalzaron a Villa: Las “Mañanitas de la División del Norte”, de 1915, ofrecen una idea distinta del carismático Napoleón mexicano: […] De Tuxpan a Zapotlán, de una carrera tendida, el Napoleón de Petate, llegó escapando la vida. Lo vi con mis propios ojos, arribar desaforado: sin camisa, sin calzones, sin freno y desensillado.

El asesinato del caudillos revolucionario marcó un antes y un después, también en la historia del corrido. Este episodio se repite en bastantes de ellos, dada la trascendencia del magnicidio y la necesidad de aportar una síntesis de lo acontecido. Algunos, como “Verdaderos detalles del asesinato del general Francisco Villa”, de Samuel M. Lozano, introducen una moraleja que calará en los años inmediatamente posteriores a la revolución: […] El día veinte de julio; según tengo presente, la fecha memorable que nunca olvidaré, cuando el general Villa fue víctima inocente, de viles ambiciosos, cobardes y sin fe. Políticos traidores, de instintos tan venales, que a Villa le temían por su gran corazón, idearon en conjunto sus planes criminales que sirven de vergüenza a toda la Nación.

Un rasgo del corrido que también podemos notar es la visión popular hacia sus héroes, principalmente en hombres.

Un rasgo del corrido que también podemos notar es la visión popular hacia sus héroes, principalmente en hombres.ASC

Una herencia rediviva

Ya en 1939, el musicólogo y compositor Vicente T. Mendoza, pionero en el estudio de los corridos, se preguntaba por el porvenir de este canto mestizo tan identificado con una revolución social que había dejado de existir. No tenía dudas acerca de su pervivencia ni de su capacidad de adaptación al paisaje literario y musical de los años venideros. Como tal, el corrido revolucionario desapareció con los últimos coletazos del conflicto armado e inició un proceso de institucionalización, esto cercenó su espontaneidad y lo introdujo en el acervo del folklore nacional, en connivencia con diversos especialistas, cantantes y grupos musicales, y con el naciente mercado discográfico. Desde entonces, este peculiar legado de la Revolución mexicana no ha dejado de influir en la ‘alta cultura’ y se ha hibridado con otros géneros musicales y manifestaciones artísticas. Las vigorosas estampas que los corridos revolucionarios dejaron del mito de Pancho Villa, encumbrado para ser epítome de mexicanidad, también han sobrevivido en el imaginario de varias generaciones e inspirado a los herederos actuales del corrido, que hoy versan sobre la crisis migratoria y el narcotráfico.

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