Por Mkc Cerralvo
Santa Clara.- Siempre fui rebelde, no solo cuando adolescente. Siempre me gustó llevar la contraria y ser diferente. Una cosa que me hacía distinto y disfrutaba era hablar mal del gobierno. Porque tenía y tengo mis argumentos, valor, y ante tanto incrédulo, engañado, o miedoso, yo me destacaba. Era audaz, poco común, agudo y, sobre todo, “diferente”.
Pero últimamente tengo que reconocer que me estoy volviendo todo lo que siempre odié. Ordinario, común, habitual, semejante, más de lo mismo e “igual” a los demás. Ya en todas partes he perdido el protagonismo. Solo basta salir a la calle y todos hablan mal del gobierno, en cualquier parte: en las instituciones, en reuniones con amigos, se ha convertido hasta en un saludo. Incluso, hasta los mismos militantes o directivos que conozco lo hacen en círculos íntimos y no tan íntimos y al llegar a mi propia casa todos lo hacen más que yo.
Hablar mal del gobierno es un hábito, una costumbre, es la identidad del cubano actual. Tengo que revisarme para volver a mis raíces de rebelde, de “diferente”. Tendré que hacer otra cosa que no sea lo mismo que los demás.
Creo que voy a empezar a hablar bien del gobierno, aunque no tenga argumentos, aunque tenga que alejarme de la realidad, aunque llegue hasta mentir, pero volveré a ser único.
Bueno, seremos, porque tengo que incluir a la prensa, y a los máximos directivos que al menos lo hacen en público, aunque tengo a mi favor que ese es su trabajo.
¿Pero qué son cuatro gatos contra todo un país? Así que volveré a ser rebelde, único, distinto, y “diferente.”
