Por Manuel García Verdecia ()
Holguín.- Constantemente y cada día en mayor número oímos o leemos las quejas de compatriotas que se lamentan por la carestía de productos y bienes, la insuficiencia de comestibles, la falta de medicamentos o los largos y continuos apagones. Y es cierto, la existencia cotidiana se nos vuelve ardua y extenuante, sobre todo porque son dificultades que llevamos muchos años resistiendo.
Sin embargo hay un aspecto en el que, me parece, no nos detenemos a pensar con rigor. Me refiero a la pérdida de tiempo útil que padecemos a diario. Sea por largas colas para adquirir algo, por gestiones complicadas que requieren de varios trámites, por recorrer tiendas o puntos de venta en busca de algo que necesitamos o por pasar tiempo muerto durante un apagón, el asunto es que, cada día, buena parte de las veinticuatro horas las arrojamos a la arena de la nada.
Es importante recordar que la vida es tiempo, que vivir es ir consumiendo un bien primordial que nos regalan al nacer pero que tiene un contenido limitado e irrepetible, su tiempo de duración. De modo que la calidad de vida depende en mucho del modo en que empleamos nuestro tiempo.Hay que exigir por que se reduzcan esperas, colas, trámites, todo cuanto no sea empleo provechoso del tiempo, para que tengamos una vida más plena. No es una exigencia extrema sino esencial.
Esta mañana, tras tres intentos infructuosos (por falta de electricidad o de conexión), mi esposa, y yo que la acompañaba, detrochamos dos horas y media de vida para que ella cobrara su pensión por jubilación (casi el mismo tiempo que puede durar el uso de la suma cobrada). Dos horas y media que ya no tendremos más. Todo un derroche.Aca pueden ver las fotos: del correo, de un cajero, de un banco y de una tienda respectivamente… Ya me dirán.
