EN SANTIAGO DE CUBA OBLIGAN A LOS ESTUDIANTES A MORDER EL PAN PARA QUE NO LO VENDAN

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Por Edmundo Dantés Junior ()
La Habana.- Los directivos de las escuelas secundarias de la ciudad de Santiago de Cuba obligan a los estudiantes a morder el pan de la merienda escolar antes de irse para que no lo vendan en la calle.
Como los estudiantes de secundaria básica están vendiendo la maltrecha merienda escolar, la «solución» que han impuesto las autoridades educativas es que los alumnos muerdan de forma obligatoria el pan que se les da para poder salir del recinto.
Los claustros de profesores supervisan la mordedura de los panes a la salida de los colegios o presionan a los escolares a trocearlos en las aulas, en un intento de contener el trueque de alimentos por dinero.
La venta de los panes de la merienda escolar en Santiago de Cuba es muy antihigiénica y se ha convertido en la opción de los estudiantes para enfrentar la escasez, resolver el transporte, comprar aseo, divertirse y hasta ayudar a su familia frente al hambre, la inflación y el desabastecimiento.
En no pocos casos los maestros entran en contubernio con los alumnos porque se llevan para sus casas pomos y otras vasijas con Lactosoy, Nutrilac o refresco vitaminado, inventos que los centros de elaboración estatales destinan a esas instituciones.
Lisandra Ordoñez, de la secundaria Rubén Bravo, reconoció que desde octubre del pasado año ella y sus compañeros comenzaron a vender los panes. «Primero lo hacíamos los amiguitos más cercanos, luego el grupo completo. Todos los días uno solo de nosotros recibe los ingresos de la venta. Lo malo es que para que te vuelva a tocar tiene que dar la vuelta».
«Imagínese que cuando cojo el dinero reúno entre 600 y 750 pesos, que utilizo para arreglarme las uñas y hasta ponerme una agüita de queratina», comentó con la ingenuidad propia de la adolescencia.
A Elder Toledano vender la merienda le resuelve algunas «salidas de los fines de semana, o el transporte, o la compra de algún que otro trapito».
Liena Peñalver, estudiante de noveno grado de la escuela Espino Fernández, cuenta que con los ingresos «ha resuelto champú, suavizante, íntimas y hasta productos de aseo».
«Yo salgo mejor porque mi primo, que es un bicho y está en mi aula, conoce todos los puntos, tiene muy buenas relaciones en el parque de Ferreiro y logra vender los panes a 30 pesos».

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