Por Ileana Medina Hernández ()
Tenerige.- Seguramente ustedes ya habrán visto este momento glorioso de la cultura universal. Es de 2019. Yo lo he visto decenas de veces.
Juan Diego Flórez se quitó la pajarita, que es como decir se zafó el apretado corsé de la alta cultura, para quedarse a sus anchas y a solas con la guitarra, quizás como cantaba de niño en su Lima natal, y soñaba con llegar algún día a actuar en la Scala de Milán.
Y vaya si llegó.
Pero su gran mérito no es tanto ir allí a cantar a Rossini y a Donizetti, que bravo, como haber sido capaz de cantar, de gemir, de cucurruquear… en el corazón de la Europa ilustrada, en la meca de la ópera dieciochesca, en el teatro más famoso del mundo, los llantos del corazón del cancionero latinoamericano.
Eso sí es poner una pica en Flandes.
Disfruten. Es tarde de sábado primaveral, y la belleza sana.
