Por René Fidel González ()
Santiago de Cuba.- Es decadencia. Todo lo que ocurre, en cualquiera de los subsistemas sociales, políticos, financieros, económicos es parte de ese proceso. Se puede retardar o acelerar pero es la decadencia de un sistema enormemente complejo.
Se puede predecir cuándo entrará en la última etapa ese proceso: cuando las contradicciones lleguen a su punto máximo de atenuación y aplazamiento en la capital política.
«El país le hunde», creerán algunos, exponiendo con ello la traza conservadora que ese proceso genera inevitablemente como reacción ideológica, pero en realidad es ella, el colapso de la enorme y desafiante contradicción que representa para el país, lo que marcará el momento del declive final, en lo que es, realmente, una transformación dolorosa y paulatina, una transición.
En ese plano general las vidas de hombres y mujeres, de niños y ancianos, parecen insignificantes y oscuras pero son ellas, sus actitudes y luchas, sus esperanzas y sueños, sus añoranzas y los fragmentos de lo que creyeron era su felicidad o lo mejor para conseguirla, más que la incompetencia, mediocridad, la corrupción y la incapacidad para el compromiso y la empatía de los que estuvieron frente al Gobierno durante ese proceso, lo que mejor podrá explicar a una nueva generación cómo y por qué se llegó hasta las circunstancias políticas de la sociedad en que vivan.
