Por Carlos Cabrera Pérez (Especial para El Vigía de Cuba)
El tardocastrismo sigue empeñado en mostrar su incapacidad a todos los cubanos y acude a soluciones viejas para problemas nuevos y esta vez toca arrojar las cabezas de empleados provinciales y municipales a los pies del pueblo hambreado; como si esos soldaditos de plomos fueron los causantes de los males de Cuba.
Para degollar a los soldados de reemplazo, la casta verde oliva y enguayaberada acusa a una parte de sus criados de corrupción, mientras el capataz Miguel Díaz-Canel Bermúdez se pasea por pueblos y ciudades para ver -una vez más- lo que todos saben sin necesidad de gastar el escaso combustible, mover ejército de escoltas ¿a qué le tiene miedo? Y provocar caída de helicópteros, que ya van dos, en los últimos años.
Si realmente eliminar la corrupción fuera una prioridad de la dictadura más antigua del mundo, con auditar las cuentas y el patrimonio de Manuel Marrero y revisar las andanzas del nieto preferido de Raúl Castro Ruz; pseudo El Cangrejo, y de los vástagos de José R. Machado Ventura; la Controlaría General tendría para quinquenios de trabajo.
Por ejemplo, el viceministro de Relaciones Exteriores, Carlos Fernández de Cossío, debería ser instruido para que solicite a la administración Biden información sobre gusañeros afincados en Estados Unidos que simulan ser cuentapropistas en Cuba, cuando realmente son testaferros de dirigentes y funcionarios tardocastristas. Nadie los obligó, pero la vanidad de los necios es inconmensurable.
El comunismo de compadres es una asociación de malhechores para empobrecer a la mayoría y delinquir a placer en todos los frentes posibles, sin esas incomodidades democráticas de estar sujetos al escrutinio de un parlamento multicolor y un Tribunal de Cuentas eficaz e independiente.
El plan de colonizar el estado estaba claro desde 1959 porque fueron abolidos todas las estructuras e instrumentos de control democráticos; incluida la eficaz Contabilidad, acusándolos de batistianos y serviles a la burguesía -grande y pequeña- republicanas, que fue suplantada por la guara y subguaras verdolagas y con botines.
La corrupción es una actitud humana, pero la obligación de los estados es prevenirla y combatirla resueltamente, de arriba a abajo; pero los dueños de la finca usan la Controlaría para matar civilmente a quien estorbe o no entre por el aro raulista; mientras escenifican actos de repudio maoístas a directores de empresas estatales, a pequeños y medianos empresarios privados -obligados desarrollar su actividad económica sobre el filo del machete de Quintín Banderas y chantajes varios- y bodegueros de la OFICOLA.
Durante años, parte del castrista lavado de cerebros consistió en pintar una república mediatizada con servidores públicos dedicados al latrocinio, en un totum revolutum que beneficiara a la revolución que se fue a bolina con los humildes, para los humildes y por los ídem.
Menos mal que el propio Fidel Castro Ruz, en un arranque imprudente de sinceridad, soltó aquello que el comunismo no funcionaba ya “ni para nosotros”, pero luego embarajó el tiro y dijo que el periodista yanqui había malinterpretado sus palabras, dichas poco antes de tragarse el velocípedo, que lo encorvó visiblemente, haciendo más evidente la maleta física que siempre padeció.
La dictadura más vieja de Occidente sabe que el verano puede ser caliente por la combinación de hambre y oscuridad, asi que intenta adelantarse y lanza una operación -otra más- contra el delito en ámbitos provinciales y municipales; jugando con la cadena, sin cuquear al mono.
Como en Cuba se estudia todo y se aprende poco, sería deseable que los abundantes exégetas del na sin pan, expliquen cómo una revolución socialista, liderada por una generación de virtuosos que no dejó morir a José Martí Pérez en el año de su centenario, produzca tal abundancia de bandidos, que consiguen llegar a cargos, donde manejan escasos recursos, pero suficientes para tener una casa, un carro y una o dos buenas mujeres o maridos y -si no fuera mucho pedir- que aclararan con quiénes aprendieron a robar esos muchachones tan adictos al guaniquiqui y los vacilones.
