Por Joel Fonte
La Habana.- La dictadura cubana solo respetará nuestro derecho a una vida digna cuando se lo arranquemos con el puño y la voz en alto.
Normalizar el absurdo -hacer que la gente, la mayoría de los más de 11 millones de seres humanos que vivimos en este país, se acostumbre y acepte como lógico, común, la violación continua de sus derechos, hasta de los más elementales-, ha sido por décadas una de las tácticas hacia las cuales la dictadura cubana ha dirigido sus esfuerzos y medios en su estrategia de control social.
Controlarnos como masa para preservar el Poder, sus privilegios de élite gobernante.
Por eso siempre insisto en la importancia de abrirle los ojos a la gente, que entienda que la vida que se les impone es infame, que se cuestione la forma de su existencia, porque nadie merece vivir como un animal, que es como nos tratan desde el Poder esos que están absolutamente corrompidos y ensoberbecidos, entre otras razones gracias a nuestro silencio.
Porque cuando un pueblo descubre su verdad, está más próximo a dar el paso y defenderla.
La rebeldía nace de la dignidad, y esta última de la naturaleza más noble que despierta con el conocimiento de la Verdad.
Y los ejemplos de ese actuar criminal dirigido a manipularnos en la conformidad del absurdo sobran, vergonzosamente, porque ningún ser humano merece vivir en la esclavitud.
Preguntémonos:
¿Cómo es posible que desde el mes de julio de 1963, hace casi 61 años, cuando se instaló la libreta de racionamiento -el término «abastecimiento» es un retorcido eufemismo- , en Cuba se haya mantenido y hecho más agudo incluso ese método de control propio de un sistema de guerra, de conmoción social?
¿Cómo se explica -más allá de la incapacidad para producir crecimiento económico- sino como el empleo del racionamiento de los alimentos y otros productos como un medio para atar y controlar desde el Poder a las personas…?
¿Cómo puede justificarse que los cubanos no contemos, luego de 65 años con el mismo régimen en el Poder, con la posibilidad de acceder a los derechos humanos, en lo social y económico, más básicos, como el derecho a una alimentación adecuada, balanceada y sana; a servicios de salud de calidad, que incluye prestaciones médicas y venta de medicamentos; el derecho a una educación gratuita, integral, que garantice una elevada formación, despolitizada y determinada por la preferencia libre de los padres a escoger si es pública o privada; el derecho a la vivienda, con condiciones adecuadas, que le permitan a hombres y mujeres vivir con independencia, para poder plantearse un proyecto de vida familiar, tener ambiciones; el derecho a servicios de agua, electricidad, residuales, gas para la cocción de los alimentos; el derecho a servicios de transporte público eficientes, por carretera, ferrocarril, aéreos, marítimos; el derecho a la recreación en centros turísticos, hoteles, teatros, cines, centros nocturnos; el derecho al trabajo debidamente remunerado y en condiciones humanas y justas?
Aquí no contamos la mayoría de los cubanos siquiera con el derecho, ya no a adquirir un auto, como derecho material y no formal o teórico, sino a llegar a una gasolinera y adquirir combustible libremente.
Se planifican los apagones igual a como se hacen pronósticos del tiempo, y los trabajadores -los ahorristas en general- pasan largos días frente a un banco intentando cobrar sus salarios y pensiones de esclavitud, porque los bancos tampoco tienen efectivo.
Y eso, cuando se les paga a los trabajadores, porque en ocasiones pasan semanas sin recibir el salario.
¿Qué sociedad es esta?
Una sociedad corrompida moralmente, en la que mucha gente ve como normal pensar una cosa y manifestar otra, porque la verdad asusta.
Es un conglomerado humano donde llamarse o ser llamado «ciudadano» es un anacronismo, un absurdo, es maniatar la verdad y el contenido cívico de ese concepto.
Ese absurdo cristaliza cuando vemos entonces el actuar de la élite gobernante -que no llega a ser clase siquiera, por lo obvio- actuar, que consiste no en «gobernar», en buscar soluciones efectivas al drama humano que ellos mismos han creado, y proteger a su vez a la población a quien deben servir, sino que se dedican cada vez con más ahínco a robar, a mentir, a aguijonear el dolor del pueblo añadiéndole más y más miseria y desesperanza…
No son gobierno; son una estructura criminal organizada, y su funcionamiento y articulación semeja a un cartel por la deshumanización de sus acciones.
Y, para terminar con el estrecho resumen de lo enajenado que nos muestran repetidamente desde hace tantos y tantos años como normal, señalo solo algunos de los derechos civiles y políticos que tantos instrumentos de derecho internacional garantizan a todas las naciones del orbe, y que los hermanos Castro nos han arrebatado.
Son millones los cubanos que ven como normal un régimen en el Poder que impide la pluralidad política, la existencia de diversos partidos para que la sociedad se organice en ellos y promueva sus intereses y proyectos económicos, sociales, culturales, ideológicos; los cubanos, mayoritariamente, ven como normal que tras tantas décadas no podamos entonces ir a una urna a elegir a un presidente, a diputados, a personas que nos representen y no sean solo espantapájaros, zombies que ocupan un salón prestos a aplaudir ciega y servilmente al líder de turno; admiten como normal que no podamos reunirnos libremente o salir a manifestarnos pacíficamente, recorriendo las calles, instando demandas sociales, económicas, derechos laborales.
Los cubanos ven como normal, en su inmensa mayoría, que no tengamos derecho a la huelga laboral, al paro, a la organización sindical, porque hace décadas los sindicatos son un pañuelo sucio y raído que los hermanos Castro se han alternado para llevar en el bolsillo de su gabán de mafiosos.
Pero, pese a todo, y por tener muchos motivos para creerlo así, debemos persistir en la certeza de que la tragedia de esta vida apagada para nuestra nación llegará a su fin, y todo este absurdo será borrado de nuestras vidas.
Hagamos con nuestra valentía y civismo que eso ocurra. Basta de tolerar injusticias. No más temor. No más dictadura en Cuba.
