VARADERO, UN ABRAZO A LA NOSTALGIA

Varadero es un pueblo costero. Hay una historia fundacional que habla de pescadores y luego de gente con dineros que fue haciendo de esta península un sitio para vacacionar y desdoblarse en gustos, vicios y largos etcéteras, pero nunca dejó de ser un pueblo de pescadores.

Los nativos han tenido ese espíritu pueblerino, local, de sitio independiente quizá ese puente que atraviesas y da la sensación que saliste del archipiélago y entraste a otra geografía. No sabría decir si ese espíritu de pescadores aún existe. Desde mis corta estancia, solo hablo de sensaciones.

Vine a Varadero unos días, coincidentemente con la semana santa por tercer año consecutivo. La diferencia que esta vez estoy sola. Vine de retiro, al maratón, sin condición de pagos como se pudiera presumir. No vine de turismo vine conmigo y para mí.

Hoy caminé Varadero. Unas pocas cuadras. Andar en soledad te deja una libertad particular, una elección propia en qué hacer, dónde ir. Buscaba las casas fundacionales o las más antiguas. Me hubiese gustado que alguien conocedor me contara más.

En lo poco que vi, disfruté y sufrí cada casa de madera que fui encontrando. ¡Qué triste que el explendor de los mejores años de este sitio no propició en los responsables una intención más marcada en conservar lo patrimonial! Hermosas casas que evidencian un pasado singular. Historia borrada que dió paso a un desarrollo que hoy demuestra lo poco sostenible.

En otras ocasiones uno encontraba un Varadero lleno de muchachos en bicicletas, hombres descalzos con una sarta de pescado saliendo del mar con sus trajes y objetos de pesca, vendedores que pasaban por las casas. Ahora hay muy poco o casi nada. No es época de vacaciones, quizá la cuaresma limite la pesca, pero estamos en temporada alta, la gente antes vacacionaba en cualquier época, antes había una historia que contar de Varadero.

Desde el domingo pasado en un maratón medio vacío me invadió una sensación rara. Tantas caras ausentes que se notaban. Estos eventos te hacen conocer-reconocer y es de las cosas que también disfrutas. Muchos ya sabía que no estarían, no están. Otros que no vi porque el evento fue rápido. Busqué lo distintivo, lo extraordinario de la comunión, no estuvo, me llevo eso junto a una simbólica medalla.

He abrazado el azul, el mar, el silencio, la sensación del sol quemando la piel. La arena fina pegada en los pies. He dejado al rostro, la piel ponerse fría con el aire de un norte, eso que dicen vientos de cuaresma (no eran del sur). He puesto orden en historias y pensamientos. Me he abrazado y estoy por ello agradecida. También he dejado fluir la tristeza de un sitio vacío de sus ruidos, sus voces e identidades. Vacío, sin alma, sin vida. Vacío como Cuba.