SEGURIDAD DEL ESTADO, EL NOMBRE DEL DIABLO

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Por Oscar Durán

La Habana.- La Seguridad de Estado cumplió 65 años y la dictadura entregó a los represores las acostumbradas medallas conmemorativas llenas óxido y una que otra jaba con tres plátanos y dos libras de malanga. Si hacen un paneo por los diferentes medios digitales cubanos, verán que no les miento.

Ese órgano represor solo es orgullo para el régimen y sus seguidores. Nadie, en su sano juicio, puede tener una buena opinión de un mecanismo tan violento y hostigador. Liz Cuesta, por ejemplo, los ha llamado hermanos de tantas batallas y victorias, mientras su esposo, el Hombre de la limonada, dice sentir respeto y admiración hacia esos mal llamados combatientes. 

Están en todas partes y, como cubanos desconfiados, siempre hacemos la misma pregunta ante la duda: ¿tú eres seguroso? En eso sí debemos quitarnos el sombrero contra estos diabólicos. Lo mismo puede ser un familiar, el vecino, tu profesor, el panadero, el delincuente del barrio, la jevita, o un chofer de Uber en Hialeah.

Estos degenerados han separado familias, asesinado gente inocentes, han torturado a personas por solo pedir libertad, han montado a la fuerza en un avión a mujeres indefensas con sus hijos, chantajean hasta el perro, se meten en tu casa sin una orden de registro, te llevan preso y más nunca se sabe de ti, mandan a otros a robarte, a hackearte tus redes sociales. En fin, un sin números de bajezas, dignas de una medalla llena de óxido y una jaba con tres viandas.

Ninguno te enfrenta con el nombre real. Cuando te dice, “soy el agente Alejandro”, no le creas. Se llama Yuricel o Esteban y te tiene vigilado hasta el sueño. Sin embargo, en el fondo, son unos infelices que deben vivir con miedo. Cuando el castrismo se caiga, los primeros en salir como ratones van a ser ellos y el pueblo tomará venganza.

La memoria no nos debe fallar. Si fuiste regulado, te hicieron acto de repudio, te desacreditaron o te hostigaron, no puedes olvidar la cara del diablo. La justicia tarda en llegar, pero siempre llega. Y ellos -segurosos de mierda- lo deben tener bien claro.

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