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Por Ulises Aquino Guerra
La Habana.- El hecho de pensar que el pueblo está obligado a aceptar todo lo que el gobierno considere necesario y correcto, es un error garrafal, estratégico y político.
Máximo cuando el propio gobierno ha reconocido solo «algunos errores», como la famosa «tarea ordenamiento» mucho tiempo después de defenderla a capa y espada y ante evidencias claras y explícitas de tan craso error.
Las terribles penurias que atraviesa nuestro pueblo no se superan con consignas, sobre todo si se tiene en cuenta que «la práctica es el criterio de la verdad» y la realidad habla por sí sola.
Esos errores a que me refiero son inaceptables en esta situación de desespero y desesperanza ciudadana, por más que las autoridades traten de demostrar una unidad inexistente, y valga la redundancia.
Los gobiernos tienen la obligación de estar a la altura de las circunstancias, en esta existe una ausencia total de liderazgo y de capacidad de persuasión.
El caso Gil obligatoriamente induce a la duda general, y muchos se preguntan cómo puede ser posible a ese nivel que el encargado de repartir y controlar, pueda actuar con semejante impunidad durante tanto tiempo y en circunstancias especiales como ésta.
¿Es Gil totalmente responsable de lo que nos sucede? ¿Quiénes son todos los responsables de tamaña permisibilidad y descontrol?
Más allá de Gil, la realidad demuestra que será muy difícil recuperar la confianza.
Cada año es peor que el anterior en nuestras vidas, y cada vez va quedando menos para apreciar.
No existe peor escenario que este de hoy ni existe justificación alguna para crear nuevos eventos gastronómicos ni congresos, mientras el pueblo está al borde de la miseria más espantosa.
Todos los recursos tienen que ser dirigidos al pueblo. Ni viajes al exterior, ni comitivas de negocios con el dinero del pueblo. Utilicen las nuevas tecnologías de la comunicación.
Ni escuderías de carros de lujo, ni ropas de marcas, porque el pueblo casi se viste de andrajos, y el salario de hoy no es suficiente para comprar un calzoncillo.
Desterrando el nepotismo y el mal ejemplo que los descendientes del poder exhiben sin el más mínimo decoro en las redes sociales.
Ese sería el verdadero ejemplo. La corrupción tiene muchas aristas, y para pedir sacrificios a los más sacrificados lo fundamental es tener moral y ponerse en su lugar.

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