EL PAÍS QUE SE COME A SUS HIJOS

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Por Gretell Lobelle
Mantilla.- Cuba se traga a sus hijos y los vomita en justificaciones, consignas, en vidas regaladas a Cuba. Los mejores años de una vida convenciéndonos de otro futuro. Cuerpos físicos en medio básico de un Estado, traumas sin sanar y dolores.
«Las islas son malvadas y nadie lo sospecha» doloroso sentirse y saberse desechable. Quizá el resto de vida será entenderlo, comprender que la principal libertad es elegir -no elegir Cuba.
Una señora se suicida en La Güinera. Hay que abrazar oscuridad, anular toda ilusión para terminar una vida. Los tocados por la mano de Dios y el privilegio exponiendo a una mujer que no ha pedido nada.
Salió a vender su arte a la calle y allí van los mesías por el camino de buenas intenciones que marca el ego, el reconocimiento, el regocijo de miles de líneas de cero y uno convertida en mensajes y reconocimiento, infierno horroroso en el buen nombre de Dios.
Dos hombres muertos, siendo una noticia no confirmada. Familias viviendo un infierno de cinco años. El mundo entero los sabe muertos. Cinco son los héroes felices y sanos. Médicos en muerte física. La muerte espíritu en número mayor en tierra bañada por sal. Estoy triste. ¡Lo triste que es vivir desde un oscuro ángulo!
*Todavía falta*
Roberto Valero Real (Matanzas 27 de mayo de 1955, Washington, D.C. 23 de septiembre de 1994).
Días interminables,
escuelas aburridas que enfermaron el alma,
incomprensión total,
esfuerzo que robó las horas más bellas de mi historia.
Aquí estoy gastándome como un tubo de pasta,
montes corroídos de tiempo,
como unos tenis viejos,
un repuesto de plumas,
o la primera maleta del colegio.
Asisto a cines y teatros,
tiro fotos
queriendo atrapar lo que no tengo,
tomo helados,
obedezco las leyes de «mi patria»,
me orino en la existencia,
este mismo poema
es mezcla de traumas
rejas escondidas y perretas.
Si pudiera matar te mataría,
si pudiera llevarme tu sonrisa,
tu sexo hasta mi cama,
si pudiera comerte…
No me importan los carros,
los viajes hasta el fin del universo,
el hambre desmedida.
Yo seguiré gastándome,
con traumas incurables,
obedientes esbirros,
yo seguiré con traumas y gastándome.
Necesito tenerte,
necesito que duermas con mi angustia,
que me rajes el pecho
y te asomes,
y te encuentres la estrella que me escondo,
que te cuido por gusto,
y nadie te dará otra
o nunca brillará como la mía.
No me pases de largo,
sin que duermas una noche entre mis brazos,
una aburrida noche de mi vida.
Aquí estoy gastado hasta los huesos
como el tubo de pasta,
los tenis viejos,
el repuesto,
un rollo en blanco y negro,
los montes corroídos de tiempo.
Diciembre, 1977

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