UNAS PALABRAS MÁGICAS

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Por Javier Bobadilla ()
La Habana.- En algún momento, mi hermano me dijo estas palabras mágicas: «Asere, que clase de gusanería hay aquí. Y todo el mundo está fundido. Yo no sé de qué se quejan ustedes, si todo está igual que cuando yo me fui.»
Saitama no hubiera sonreído mejor que yo. Mi hermano se fue en el 2008 y no vive en Miami, les recuerdo. Miami y La Habana son lugares demasiado intensos, donde se toma mucho alcohol, mucho café, y la gente grita.
«Precisamente por eso. Porque después de 16 años, y mucha esperanza perdida, todo está igual, con la diferencia de que en el 2008 iba a mejorar, y ahora va a empeorar.»
Incluso después de mucha explicación, para Jarly lo que hago sigue siendo un deporte extremo. La opción más lógica es aceptar el parole o la reclamación, e irme a hacer cibernética, fotografía, o política o lo que sea a una distancia segura de la máquina de moler vidas. Es la que él tomó.
Alguna vez he comentado que mi hermano pudiera hacer esto que yo hago mucho mejor que yo. Tiene una visión más clara y desprejuiciada, y sin entrenamiento puede escribir como yo, que practico todos los días.
Hipnotiza a la gente sólo con estar ahí. A su lado se respira una paz inusual, una paz que no logré emular ni romper. Y créanme que intenté las dos cosas. Ocurre que él está iluminado, pero en la iluminación lo primero que se pierde es el apego. ¿Para qué estrellarse contra un país que no funciona, cuando al otro lado de la llamada telefónica hay uno que funciona de maravilla? ¿Por qué hundirse en el sufrimiento, cuando perseguir la felicidad es tan agradable?
Lo bueno de la iluminación es que también trae aceptación. No necesita entender para, si un día me estrellara, recoger mis pedazos. De hecho, se va convencido de que lo tendrá que hacer. Cada cual debe vivir su destino, sabe perfectamente.

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