Por Jorge Sotero
La Habana.- Las redes sociales, los fotógrafos de celulares, todos esos que andan por ahí con una cámara en mano, ponen en jaque todo el tiempo a la dictadura.
Hace unos días salió a la luz una foto, oficial, en la cual el séquito del mandatario cubano, Miguel Díaz Canel, estraba a un central azucarero o a una industria y saludaba a una mujer. Todos los acompañantes suyos y él iban con casco. La mujer que trabajaba no.
Nadie se dio cuenta de eso. Nadie se percató de que la evidencia de la irresponsabilidad estaba a la mano. De que en Cuba solo importan los que dirigen y los de abajo no significan nada.
Los dirigentes que van con él, los blancos, llevan casco. Detrás, en la misma dirección, hacia el mismo lugar, van dos negros, y a cabeza descubierta. Los encargados de cuidar la imagen del que supuestamente dirige, no se toman el más mínimo tiempo en prever estas cosas. Y no lo hacen porque no lo tienen asumido, porque en Cuba solo importan los Castro y otros pocos anormales más, entre los cuales se encuentra el nombrado presidente.
No se trata de que yo sea más exigente de la cuenta o de que le tenga puesto el dedo a Díaz-Canel y a todos esos que quieren convertirlo en un presidente preocupado, culto, con arraigo, cuando en realidad es un anormal sin carisma ni liderazgo, que saca provecho y deja engordar su barriga por esas bondades que da el poder.
Ni a él, ni a ninguno de los Castro le interesó nunca el pueblo, y mucho menos los negros, por más de que el discurso público dijera lo contrario.
Esos son los lunares de la dictadura, esas son las costuras idas, las que dejan al descubierto sus marrones, que cada vez son más numerosos, como sinónimo de que el país va cuesta abajo, como una avalancha en la ladera de Los Alpes.
