LA DERROTA DE BARAGUÁ

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Por Oscar Durán

La Habana.- Lo mismo de siempre. Miguel Díaz-Canel Bermúdez anda de gira por municipios y el pueblo sale a saludarlo con una algarabía total. Como si Canel fuera Ronald Reagan y todos debemos agradecerle por los excelentes cambios económicos en la Mayor de las Antillas. Al menos eso se percibe en cada imagen televisiva. Nadie le dice ni esta boca mía. Al contrario, lo reciben con una carcajada de oreja a oreja y el Hombre de la Limonada saca músculos ante cada rendidera de un coterráneo.

En Baraguá nada sirve, ni el carro del Primer Secretario, pero Díaz-Canel anunció su visita con días de antelación y los dirigentes de ese territorio avileño empezaron a maquillar el lugar hasta dejarlo como si fuera una vieja con colorete. El primer lugar donde llegó el esposo de la Machi fue a una Empresa Agropecuaria llamada La Cuba, donde le informaron que cumplieron los acuerdos de su último recorrido por el centro, entre ellos el completamiento de módulos pecuarios y la construcción de una casita infantil para las familias trabajadoras con hijos pequeños.

El país cayéndose y en Baraguá se habla sobre los cumplimientos de una empresa con más de 70 millones de pesos de pérdida en el año 2022 y de utilidades discretas en el recién finalizado 2023. La Cuba no tiene nada. Hay falta de liquidez, escasa disponibilidad de maquinarias, no existen insumos. Sin embargo, el Puesto a Dedo debe tener otra imagen y le salieron así: ”Pero si algo aprendimos es que el plátano nunca es viejo”. “Vamos a exportar a Europa en la modalidad de comercio compensado y abasteceremos el mercado interno de Ciego de Ávila”. Chúpense eso.

Díaz-Canel también visitó el círculo infantil Florecitas Martianas, donde una niñita le empezó a recitar de atrás para adelante el poema Canto a Fidel, de Carilda Oliver. Imagínense, esa muchachita sin un vaso de leche en el estómago, seguro durmió con un apagoncito, bastante hizo que rectificó a tiempo y recitó bien los 60 versos. La pobre, tan pequeña para ser adoctrinada. 

A su salida del centro educativo, Canel se topó con los respectivos pelagatos encargados de adularlo y en vez de aprovechar la ocasión para decirle cuatro cosas al principal títere de Raúl de Castro, prefirieron cogerle la mano y besarlo al estilo norcoreano.  Entonces, el impuesto Presidente  tomó la delantera y les dijo que “este recorrido forma parte del sistema de trabajo y, desde la semana anterior, visitamos un municipio específico en cada provincia”. Ya, solo eso.

Por si no lo sabían, Baraguá es un municipio con una tasa altísima de mortalidad infantil (14,8 por cada mil nacidos vivos), problemas graves de delitos y hurto de ganado mayor. Según la prensa oficialista, el territorio mostró avances en las donaciones voluntarias de sangre y en la solución de planteamientos de la población. Parece un chiste, pero no lo es. Ahora mismo ese territorio debe tener una mortandad de unos cuantos pares de co(rd)ones.

Sin embargo, los baragüenses perdieron la oportunidad de plantearle a Canel los quinicientos problemas existentes en el pueblo y desahogarse un poco de manera pacífica ante uno de los principales culpable de la catástrofe nacional. Con eso no iban a resolver nada porque en Cuba la única solución es la muerte o salir echando de ahí, pero, al menos, pudieron caerle en masa y exigir, aunque sea, un litro de leche diario para los niños o que un cartón de huevo no cueste 2,500 pesos.

 

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