Por Javier Pérez Capdevila ()
Guantánamo.- Como científico, mi deber es ser crítico y no conformista con lo que diga el gobierno. Por eso, he sido blanco de ataques infundados y llenos de ignorancia.
Amo a mi país y cada día me preocupa más su situación. Si mis publicaciones en redes sociales les resultan incómodas, les digo que no me queda otra opción, ya que los que deberían escuchar mis opiniones no me hacen caso, ni siquiera me prestan atención.
Las medidas que se han anunciado de forma confusa y ambigua, tienen como supuesto objetivo lograr una estabilización macroeconómica, pero eso no es una solución real, sino solo un punto de partida, y no hay ninguna garantía de que vaya a funcionar.
Además, me gustaría saber quién fue el matemático, o el equipo de matemáticos, que asesoró al gobierno para afirmar que: “el porcentaje de consumidores por debajo de una cantidad de kilovatios, es la variable que determina que el resto son altos consumidores”. Eso es una barbaridad que ofende a la ciencia y al sentido común.
También me duele profundamente mi Guantánamo, olvidado por muchos años, víctima del fatalismo geográfico, y ahora sometido a un mayor aislamiento por los precios del transporte.
Creo que se han medido mal los efectos económicos y no se han calculado los efectos sociales que nos afectan hasta en nuestra salud, sabiendo las necesidades de viajar que tenemos por problemas de enfermedad, que no se pueden resolver en nuestra provincia por falta de equipamiento y otros medios de diagnóstico.
Queremos un gobierno con más ciencia, pero eso no se refleja en la práctica como debería, porque de hablar ya estamos cansados. Debemos detener la pseudociencia y a los pseudocientíficos.
Pero lo peor de todo es que el plan de medidas se basa en recortar subsidios e incrementar precios, lo que nos lleva a un aumento enorme de la pobreza. Entonces, ¿de qué estabilización hablan? Es solo una ilusión, una suposición que no se concreta, que solo nos hace más pobres cada día, como lo hemos sufrido en los últimos años.
No se ven medidas para salir del estancamiento económico y, mucho menos, para reducir la inflación, acompañados de un déficit fiscal que conlleva a generar más dinero líquido, lo que no estimula la economía, sino la inflación.
Estoy casi seguro de que muchos economistas de la capital de nuestro país han advertido esto, pero no han sido escuchados.
Por todo esto, en vez de aplaudir, critico constructivamente, aunque algunos necios se lo tomen como su limitada inteligencia se lo permite.
No se puede salvar un país si no se salva al pueblo, a menos que se tenga una concepción distorsionada de la palabra país, para usar el término de moda: distorsión. Porque me parece que cuando hablan de país no nos tienen en cuenta, como si salvar al país fuera salvar una idea o un deseo, lo que es absurdamente ilógico.
