Por Luis Rodríguez Pérez ()
Quivicán.- Como he dicho, en este pase, Angélica estuvo muy enferma; sentía mucha falta de aire, tenía fiebre alta y, para rematar, le sobrevino una cistitis atroz.
A mi esposa le gustan mucho los girasoles. Cada vez que le abren sus candados, compra tres de ellos, va a la estación de Policía para que le firmen el pase y, después que le dicen que no puede salir por el pueblo porque es un peligro para la sociedad y que esto y que lo otro, va al cementerio, le pone dos a sus padres (a quienes la tristeza los mató), vuelve a casa y coloca el tercer girasol en un búcaro sobre la mesa.
En este pase, el vendedor no tenía girasoles. No obstante, Angélica se sentía muy débil para ir al cementerio.
Por la tarde, fui a las afueras del pueblo, me adentré en la maleza y corté un ramo amplio de girasoles silvestres. Estos son más pequeños, pero son idénticos. Pasé por el cementerio, dejé dos de ellos sobre las tumbas que guardan los restos de mis suegros y me dirigí a casa. Entré sin ser notado. Fui hasta el cuarto de mi madre y, semejante a un video muy conmovedor que vi por Facebook, tomé un pedazo de papel y escribí:
«Eres la mujer más hermosa del mundo. Sonríe, porque estoy muy orgulloso de ti. Te amo INTERMINABLEMENTE».
Me dirigí a la cocina donde ella estaba en sus ajetreo. La toqué por la espalda, se volteó, le di el ramo de girasoles y el papelito con la nota cubriendo los tallos. Por supuesto que no esperé su reacción; me fui, como un niño expectante, para nuestro cuarto. Ella demoró un poquito; lo cual me indicó que leyó la nota. Yo, sobre la cama y con los ojos cerrados la sentí entrar y sentí la puerta del cuarto cerrarse de un tirón.
Final del cuento: sus padres tuvieron sus flores y yo … basta, no doy más detalles.
Hermanos, a pesar de la dura batalla en que me encuentro y del inmenso dolor que padezco, a pesar de que ella esté ausente del nido casi todos los días del mes, porque me la encerraron en una asquerosa jaula de hierro, no puedo perder los detalles. Debemos darnos la posibilidad de soñar; eso nos hará más fuerte. ¡No importan las llagas, ni lo sucedido, ni cuanto tiempo ha pasado, conquista tu universo a pedradas !
Y a ti, hermana, si tu hombre de interés no se decide, como que desprecia y se empeña en el refugio de otros brazos, levanta el ánimo y toma el consejo del poeta:
«Hazle a ese hombre de perdón
una herida más honda que la soledad.
¡Reviéntale los ojos
que un día le sirvieron para ignorarte!
¡¡¡ MIL VECES, LIBERTAD !!!
