Por Fernando Clavero
La Habana.- Al final, Tony Oliva lanzó la primera pelota en el Latinoamericano antes del partido entre Artemisa e Industriales. Al otrora jugador de las Grandes Ligas le hacía ilusión, cumplió su sueño, pero la dictadura aprovechó para intentar sacar partido de todo lo relacionado con el momento.
Oliva, de 85 años de edad y el único cubano vivo con asiento en Cooperstown, vistió una chamarreta del equipo Cuba para la ocasión, y estuvo rodeado por algunas viejas glorias del béisbol en la isla, como Rodolfo Puente o Pedro Medina, ambos muy cercanos a la Federación Cubana, pero también por personeros del gobierno, que jamás van al estadio.
Oliva es cercano a Cuba. En su casa en Minneápolis ha recibido a personas relacionadas con la embajada de Cuba, y desde hace muchos años viene a menudo al país donde nació, pero nunca fue recibido por dirigente alguno. Ahora, en el Latino, se aparecen allí hasta aquellos que jamás van a ver béisbol.
Entre estos estuvo el vicecanciller Carlos Fernández de Cosio y el titular del INDER, Osvaldo Vento. El primero conoce a Oliva de sus tiempos como representante de Cuba en Estados Unidos, y el segundo rara vez acude al llamado Coloso del Cerro, pero en esta ocasión lo hicieron para levantar la imagen, porque quieran ellos o no, el expelotero es una gloria de Cuba, de esas que tiraron a menos por décadas y que ahora, por conveniencias, intentan rescatar.
Es lo típico en el modo de actuar de la dictadura. Primero te marginan, te denigran, hablan mal de ti, inventan historias, y luego, cuando a ellos se les ocurre, intentan sacar provecho de tu presencia, de tu figura o de tu posición.
Así ha sido siempre, desde tiempos inmemoriales, sobre todo en los que el manipulador mayor estaba vivo.
Recuerdo que después del juego en el Camden Yards de Baltimore, entre la selección cubana y los Orioles, pasearon a los peloteros por todas las calles principales de La Habana y a uno de ellos, José Contreras, el manipulador lo bautizó como el nuevo Titán de Bronce, equiparándolo con Antonio Maceo, el más valiente de todos los jefes militares cubanos de la historia.
Cuando Contreras decidió quedarse en el exterior e irse a Estados Unidos para hacer su vida, jugar en Grandes Ligas y escapar de las manipulaciones, comenzó a ser un traidor, un pesetero y un mercenario. Cosas de Cuba.
Para Oliva, puedo entenderlo, era ilusionante presentarse ante los aficionados cubanos, para los cuales nunca pudo jugar. A sus 85 años, en el ocaso de su vida, esto le daba placer y lo hizo. No hay nada más que cuestionarle. Pero eso de que los acólitos del régimen fueran a aprovechar su presencia, me da cosas.
Me molesta, sobre todo, por lo que conté antes. Porque el régimen jamás tuvo escrúpulos al hablar de los cubanos de fuera, mucho más de quienes triunfaron y triunfan en Grandes Ligas, un torneo del cual siempre hablaron mal, por todo aquello del profesionalismo.
Para el castrismo y sus dirigentes, todo lo que tuviera que ver con deporte profesional, o dinero, era poco menos que un crimen. Y ahora, todos ellos andan a la carrera detrás de dólares, para asegurarse el futuro tras la caída del sistema, algo que ojalá no demore mucho.
