ME GUSTA LA GASOLINA

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Por Carlos Cabrera Pérez ()
Madrid.- La casta verde oliva y enguayaberada ha subido los precios del combustible, tal como anunciaran Gil y Marrero -empleados de lujo de Birán, S. A.- en vísperas del 65 aniversario del triunfo del empobrecimiento y la dependencia extranjera; incluido el alquiler que pagó la entonces URSS hasta 1989.
Más allá de discusiones metatranquianas sobre la injusticia, la medida tendrá un efecto demoledor en los empobrecidos, que deberán pagar los alimentos más caros o pasar hambre y no viajar o coger la guaguita de San Fernando.
Marrero, hombre fallido y servil, pontificó sobre las veces que un cubano podría echar gasolina con un dólar made in USA, ni siquiera tuvo la delicadeza de usar el peso cubano; recordando al peor Fidel, cuando se ponía a cantinflear sobre qué pasaria en el mundo si cada chino tuviera un automóvil, aunque luego acabó liderando la revolución energética maoísta de chatarra eléctrica a granel más los grupos electrógenos, uno de los peores errores del comunismo de compadres.
En los cálculos de los piratas recaudadores del Caribe, se obvia un dato esencial: casi ningún cubano gana un sueldo en dólares estadounidenses, confirmando que su apuesta económica pasa por seguir jineteando a la solidaria y generoso emigración que -cuando conviene- la llaman mafia anticubana de Miami.
Si no fuera por los salves de Miami, la pandilla tardocastrista estaría corriendo hace años.
Allá quienes creen que son buenos muchachos, llenos de buenas intenciones y deseosos de normalizar la relación con los emigrados, aunque escamoteen el mérito de Lenier Domínguez en el ajedrez mundial.
El actual descampado e indefensión de la mayoría de los cubanos viene de la época de Fidel y Raúl Castro, estos continuistas son meros buquenques de la resistencia creativa y otras colosales bromas del pan con na.
Mientras Cuba no sea libre, con democracia y justicia social, no alcanzará el azúcar para todos y la mayoría de los cubanos seguirán condenados a ser ciudadanos de segunda categoría en su patria. La trabazón es esencialmente política: la permanencia en el poder de la dictadura más vieja de Occidente.
Muchas gracias y hasta el próximo invento, que siempre será el penúltimo de los muñequitos de La Habana y sus adláteres.

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