Por Ulises Toirac
La Habana.- Compartí (está en mi muro) el hermoso gesto de los dueños y trabajadores del restaurante K5, que el 31 de diciembre hicieron una comida para 180 personas sin recursos, los llamados «vulnerables», en resumen, pobres.
Yo no tengo otra cosa que aplaudir que al menos una vez al año, más como gesto de esperanza que otra cosa (las causas y el estado de cada uno de ellos va a seguir igual luego de la comida) se ayude a aliviar la situación de esas personas. Es apreciable el gasto de recursos y esfuerzos, de tiempo. Debe haber sido un sacrificio en toda ley. Tener la iniciativa y llevarla a cabo en tal magnitud, indica un propósito firme y un compromiso más allá del impacto publicitario que pueda haberse generado.
El hecho de la constatación de la pobreza (que pienso que por primera vez cobra cara y cuerpo, lo muestra) existente en nuestro país (un margen en el que cada día entran más personas y que se profundiza cada día más) es la primera resultante. El impacto viene en buena medida de hacer concreto y visible esos rostros y su lógica repercusión en el ideario del cubano en primer lugar, y en la opinión pública mundial (la repercusión de la publicación ha sido impresionante).
La ayuda anterior que solicitaron en redes para la realización del evento no alcanzó a propagarse con esa celeridad y fuerza. El impacto del gesto se debe en buena medida a las fotos que muestran a los beneficiarios.
Dios quiera que el deseo de ocultar esa pobreza no lleve a represalias. Que no se pueda tener manera de ponerle las luces no significa que no exista, pero hay quien piensa que si no sale inojetablemente su imagen, se puede afirmar que no existe. La solución no sería esa. La pobreza galopa cada día con más fuerza y se llama igual en todas las latitudes del planeta. Como mismo en todas las latitudes del planeta se llama igual medidas económicas de choque, neoliberalismo, diferencia de clases y otros tantos conceptos.
La reacción del avestruz no elimina al león que viene raudo a convertirla en cena.
