WILLARD VAN ORMAN QUINE, EL DEFENSOR DE LA FILOSOFÍA Y LAS CIENCIAS NATURALES

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Por José Walter Mondelo García ()
La Habana.- Hace hoy 23 años nos dejó Willard Van Orman Quine, matemático, lógico y filósofo norteamericano, uno de los más profundos e influyentes filósofos del siglo XX. Discípulo y continuador de Whitehead, Tarski y Carnap, defendió la unidad de la filosofía y las ciencias naturales. Quine pensaba en la filosofía como una actividad dentro de la naturaleza mediante la cual la naturaleza intenta conocerse a sí misma. Su analogía favorita era que somos como marineros obligados a reparar nuestro barco mientras aún estamos en el mar. No existe una posición segura -ningún dique seco- desde el cual aclarar o justificar nuestras opiniones generales. Aquí una breve muestra de su poderoso intelecto.
-No debemos saltar a la conclusión fatalista de que estamos atrapados con el esquema conceptual en el que crecimos. Podemos cambiarlo, poco a poco, tablón por tablón, aunque mientras tanto no hay nada para llevarnos, sino el propio esquema conceptual en evolución
-Mi posición es naturalista: considero que la filosofía no es a priori una propedéutica o una base para la ciencia, sino que es continua con la ciencia. Veo la filosofía y la ciencia como en el mismo barco, un bote que, para volver a la figura de Neurath como suelo hacer a menudo, solo podemos reconstruir en el mar mientras permanecemos a flote en él. No hay un punto de vista externo, no hay una primera filosofía.
-No aprendemos primero de qué hablar y luego qué decir al respecto.
-La ciencia no es un sustituto del sentido común, sino una extensión de él.
-Es uno de los consuelos de la filosofía que el beneficio de mostrar cómo prescindir de un concepto no depende de prescindir de él.
-He sido acusado de negar la conciencia, pero no soy consciente de haberlo hecho.
-Una cosa curiosa sobre el problema ontológico es su simplicidad. Se puede poner en tres monosílabos anglosajones: ‘¿Qué hay allí?’ Se puede responder, además, en una palabra, ‘Todo’, y todos aceptarán esta respuesta como verdadera.
-El lenguaje está concebido en el pecado y la ciencia es su redención.
-Semántica acrítica es el mito de un museo en el que las exhibiciones son significados y las palabras son etiquetas. Cambiar de idioma es cambiar las etiquetas.
-Los tres principales puntos de vista medievales con respecto a los universales son designados por los historiadores como realismo, conceptualismo y nominalismo. Esencialmente, estas mismas tres doctrinas reaparecen en las encuestas del siglo XX sobre la filosofía de las matemáticas bajo los nuevos nombres de logicismo, intuicionismo y formalismo.
-Ninguno de nosotros aprende nuestro idioma por igual, y, en cierto sentido, ninguno termina de aprenderlo mientras vive.
-La palabra ‘definición’ ha llegado a tener un sonido peligrosamente tranquilizador, debido sin duda a su frecuente aparición en las escrituras lógicas y matemáticas.
-La necesidad reside en la forma en que hablamos sobre las cosas, no en las cosas de las que hablamos.
-En el fondo, lo que se necesita para la investigación científica es solo receptividad a los datos, habilidad en el razonamiento y anhelo de la verdad. Es cierto que el ingenio también puede ayudar.
-La lógica persigue la verdad en el árbol de la gramática.
-Definir una expresión es, paradójicamente hablando, explicar cómo vivir sin ella. Definir es eliminar.
-A diferencia de Descartes, poseemos y usamos nuestras creencias del momento, incluso en medio de la filosofía, hasta que por lo que vagamente se llama método científico, las cambiamos aquí y allá para mejor. Dentro de nuestra doctrina evolutiva total, podemos juzgar la verdad de la manera más sincera y absoluta posible, sujeta a corrección, pero eso es evidente.
-El no ser debe ser, en cierto sentido, ser, de lo contrario, ¿qué es eso que no existe? Esta enredada doctrina podría ser apodada la barba de Platón. Históricamente ha demostrado ser difícil, frecuentemente embotando el filo de la navaja de afeitar de Occam.
-El científico es indistinguible del hombre común en su sentido de la evidencia, excepto que el científico es más cuidadoso.
-Es dentro de la ciencia misma, y ​​no en alguna filosofía previa, que la realidad debe ser identificada y descrita.

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