COCOTAZOS DE JUANITA GUEVARA Y MARIELA DELIRANTE

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Por Carlos Cabrera Pérez
Madrid.- El general caprichito pidió una felicitación y aplauso para el ministro de Industrias, a quien, en el pasado, hubo que darle «algunos cocotazos».
Raúl dijo que ese ministro «ha trabajado muy bien», aludió a que ha hecho encargos para el MINFAR y ordenó el aplauso y que los rebeldes diputados se levantaran. Una pena que la prensa en combate no haya tenido espacios para contar las hazañas del compañero Eloy Álvarez Martínez, que ahora se verá asediado por audaces reporteros para contar su excelente trabajo para Corea del Norte y la Guerra de todo el pueblo, y las felicitaciones de su entorno porque está en buena con el dueño de la finquita.
Cuando el director de la transmisión televisiva ponchó la cámara que captaba a Raúl en su intervención improvisada, apareció un anciano que cada vez se parece más a su hermana Juanita, recientemente fallecida y, como estaba abrigado, su estampa recordó las chaquetas-chales del censor Alfredo Guevara.
Alguien debió poner el aire acondicionado del salón prinicipal del Palacio de Convenciones a tope de amor, pese a las agudas restricciones energéticas que padecen los cubanos por culpa de Biden.
A Raúl parece que le han caido, de golpe, todos los años encima, y ya ni los paseos pesqueros le asientan porque tenía aspecto cansado y cara de catarro. Debía volver a operarse, aunque corra el riesgo de parecerse a Mariquita Pérez, la célebre muñeca española.
Poco antes, Mariela lo había dado todo en una intervención que no iba a ser, pero hizo, y en la que juntó a su madre, que siempre fue coherente con la defensa de los derechos de las mujeres y discutió con su marido y cuñado más de una vez por absurdos e injusticias discriminatorias, con su papá y su tío, machistas y homófobos, como la mayoría de las personas de su generación.
Mariela, que es toda pasión, asumió un tono de ternura para hablar de la gusanera y el partido; ¡que rico, mami! el partido ya se habría ido a bolina, sino fuera por la gusanera mantenedora de la casta verde oliva y enguayaberada, que ya no consigue producir ni Palmacristi.
Lástima que la intensa Mariela no haya tenido la delicadeza de lamentar los 83 feminicidios ni tenido un mensaje de aliento para sus familias. Hay detalles que retratan a las personas por muy poderosas que se crean; aunque el Farint siga acudiendo presuroso a un cartel de Patria y Vida y tarde lo indecible en acudir ante un crimen machista o un delito común.
Nada como Raúl en el papel de Juanita Guevara y Mariela en el ¡pin pon fuera, abajo la gusanera! El director de Vivir del cuento debia invitarlos a una programa estilo al dominó con Obama, encender la cámara y dejar que ambos den rienda suelta a sus romances de palmar; aunque luego la tarea de edición será ardúa porque ese anciano y esa tembita caprichosos no hay tarde que no diviertan; sobre todo, cuando fingen.
Marrero ha hecho verdaderos esfuerzos por entrar en La tremenda corte, pero no consigue conectar con el público, no cae bien y se atasca cuando se pone a cantinflear sobre el agua del Canal de Panamá o el precio de la gasolina, que él no paga por su piscina ni para su carro.

¡Cuanto talento desperdiciado en tantas figuras de meprobamato, luchando la tragicomedia!

Pero aún nos queda, el plato fuerte, la clausura a cargo del primer secretario y presidente, que nunca defrauda, desde aquellos tiempos del socialismo próspero y sostenible, que luego supimos se reducía al tócala con limón, cosa buena, tócala con limón.
Una vez que concluya el paripé, el presidente de la radiotelevisión anticubana debería programar matiné con una selección de los mejores pasajes de la sesión de la Asamblea Nacional, donde ha vuelto a desatarse una fraternal emulación socialista entre jefes y subodinados empeñados en mostrar su incapacidad.
Para la clausura y LQQD rogamos a los comoañeros de PALCO que regulen el aire acondicionado para que el general Raúl no tenga que comparecer tan abrigado, como si estuviera encartonado y que pongan una, dos, tres… muchas veces, a Mariela regañando a la gusanera, esos actos fallidos de la sexóloga en jefe son divinos porque demuestran la esencia de su alma cándida y cubanísima: te odio y sin embargo te quiero…

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