Por Gretell Lobelle ()
Mantilla.- Un año se cumple hoy de mi iniciación como ọmọ òrìṣà Obatalá. Aquellos familiarizados con esta práctica religiosa entenderán la importancia de este momento. Más allá de las diferencias en culto, ceremonias y «liturgia» entre el Yorùbá iṣẹṣe y la práctica sincrética en Cuba, el primer año de iniciación implica un cambio significativo en la percepción de todo practicante.
Este ha sido un año en el que he dedicado mucho tiempo a estar conmigo misma, a veces evitando la compañía de otros. Muchos han comprendido y respetado esta necesidad sin hacer preguntas, simplemente estando presentes en caso de que yo no estuviera bien.
Me siento bendecida y agradecida por este renacimiento en ese final de 2022. El 2023 ha sido un año completamente introspectivo, caracterizado por la búsqueda de la misión con la que todos venimos a este mundo. Un año para agradecer la vida de mis seres queridos, especialmente la de madre e hija, y por la guía y acompañamiento desde el otro plano de mis ancestros y seres queridos que me asisten y nunca me dejan sola.
Abrazar la energía de mi òrìṣà se ha manifestado en paz y claridad. He comenzado a apreciar sensaciones en lo simple, en la esencia misma de la existencia. Aunque no sea del todo consciente, agradezco esa búsqueda en ayuda de personas no tan cercanas que valoran y confían en mis palabras y les he podido servir.
Hay una luz, una energía que se manifiesta y es deber devolver. Estoy empezando a percibir una cosmovisión en misión de servir y comprender a todo humano, entender ese dolor ajeno, abrazar la vida.
Cada persona que ha llegado a mi vida en busca de sostén durante este tiempo ha representado un espacio en el que el universo nos ha situado para darnos mutuo alivio y enseñanzas.
Solo tengo palabras de gratitud para todos aquellos que enriquecen mi vida, amigos y personas que traen valiosas lecciones. Este tiempo de sanación emprendido es un período de perdón, aprendizaje y aprecio por lo sencillo, por atesorar aquello que a menudo pasamos por alto y que constituye la esencia misma de la vida.
También es un tiempo para soltar, para liberarnos de todo aquello que nos esclaviza. Aunque en momentos la tristeza me haya abrumado, la elección mi òrìṣà como ọmọ, me representa, me sostiene y es parte sustantivo de mí.
Todavía tengo un largo camino por recorrer en el arte de soltar, liberarme del control, posiblemente mi mayor defecto y carga. La vida es fluir y vibrar, entregarse en los momentos tristes y felices, a la propia existencia. La lucha contra lo que depara el camino debe surgir desde la fortaleza espiritual, la aceptación con el cuerpo y la conciencia, y el aprendizaje a través de la paciencia, humildad y dignidad.
La iniciación en Òrìsà Obàtálá ha sido una bendición propuesta y recibida en este primer año como iniciada. Envuelta en tela blanca, representa la paciencia, la humildad que fluye como el viento y el agua, esparciendo semillas, nutriendo, limpiando y dando frutos. En ese abrazo místico con mi òrìṣà tutelar, pienso en toda forma de vida.
Desde mi religiosidad, elegir ser practicante de Òrìsà Ifá isese, Òrìsà Obàtálá, guarda relación con una energía que me representa, con un acto de reverencia a las culturas y religiones originarias. También es una afirmación en respuesta al desarraigo, la mezcla y la transculturación impuesta, obligada, y ante la fractura de un pueblo hermoso y originario.
No por ello dejo de reconocer y respetar cada línea derivada de la tradición en la isla. Respeto cada casa, cada ritual ceremonial y cada cuerpo teórico en práctica y tradición de los diferentes Ẹgbẹ. Respeto, tolerancia y empatía se convierten en principios rectores en mi vida para vivir en armonía con toda forma de vida que me rodea.
Aprovecho este tiempo festivo en el cristianismo, así como en mi elección de fe, para agradecer. Gracias, gracias, gracias.
Agradezco al Ẹgbẹ Ifá S’otitọ, mi casa religiosa, a mis bàbà Jorge Lobelle y Jorge Adrián Lobelle. Agradezco la bendición mayor, la de mi madre, agradezco continuar este camino religioso una vez más junto a mi hija.
Àṣẹ 
