Por Alina Bárbara López Hernández ()
Matanzas.- El antintelectualismo es una postura que descalifica al intelectual al considerarlo elitista, gremial, privilegiado y, por ello, poco auténtico, oportunista y deseoso de un protagonismo político encubridor de las necesidades y aspiraciones de los sectores populares.
El elitismo sería el extremo contrario, al concebir a los intelectuales como las VOCES de la nación, los interlocutores por excelencia frente al poder, los más capacitados para denunciar un estado de cosas, «los que saben» y por tanto deben hablar por todos.
Ambas posturas son injustas. Los intelectuales tenemos las herramientas teóricas y científicas para prever, diagnosticar y proponer. Podemos por ello desmontar los discursos y estrategias del poder. Nuestras voces llegan más alto y más lejos pues tenemos redes de colegas y medios para hacer que se nos escuche. Pero jamás seremos la VOZ de la nación, tenemos mucho que aprender, la sabiduría no es nuestro atributo exclusivo. Todas las personas tenemos que aprender de otras personas. Los intelectuales no somos excepción. En todo caso, la nación sería un coro sin solistas en la que todas las voces tienen una función.
Pido a mis amigos y seguidores que se tomen unos minutos de su tiempo para escuchar la voz de Wilber Aguilera. Nada de lo dicho por él me asombra a esta altura, pero su valor, su dignidad, su ética y hasta su desesperación, me han conmocionado. Hay frases suyas que quedarán grabadas en mi conciencia para siempre.
Mediante este hombre sencillo, trabajador, padre de familia, abuelo, residente en un barrio popular y periférico, se puede entender la verdadera naturaleza del sistema político cubano tanto como si se leyera un tratado de politología.
No se puede ignorar esta desesperación. Como intelectual, uno mi voz a la suya y trataré de que sus palabras lleguen tan alto y tan lejos como pueden llegar las mías. Ellas tienen el valor trágico de la experiencia brutal que su hijo y su familia han sufrido.
Será un honor llegar a conocer a este hombre digno y valiente en cuanto pueda moverme de mi ciudad-prisión. Me recordó mucho la personalidad de mi padre, también una persona sencilla pero un león para defender sus derechos y su familia.
