Por Joel Fonte ()
LA HABANA.- Ahora mismo, mientras escribo, decenas o tal vez cientos de vidas terminan bajo las balas, el fuego y la metralla de la invasión de conquista de nuevos territorios ucranianos que por casi DOS años ha desatado el nuevo tirano de los rusos, Vladimir Putin.
Esas muertes se suman incesantemente a la lista de cientos de miles de víctimas -algunas cifras citan unos 400 mil- que la ambición, la sed de Poder, han provocado.
Entonces, a lo largo de estos 20 meses, mientras el mundo, de modo casi unánime, se levantó y ha repetidamente condenado al invasor genocida en la Organización de las Naciones Unidas y en otros muchos espacios multilaterales de carácter regional, como la Unión Europea y la Organización de Estados Americanos, el régimen castrista no solo se apartó desde el comienzo de esa condena global, sino que luego se sumó abiertamente a apoyar el crimen, la invasión, la muerte.
Luego, a comienzos de octubre de este año, un grupo político con estructura militar que controla parte del territorio de Palestina en el Oriente Medio lanzó un ataque contra territorios del Estado de Israel que devino en actos terroristas cometidos por sus militantes, provocando cientos de civiles muertos, entre ellos niños, ancianos, mujeres, personas indefensas. Esos hechos crueles de asesinatos, de violaciones, de robos y despojos a pleno día, de persecuciones y linchamientos tal como ocurría en la Edad Media o en las invasiones hitlerianas a la población judía en los campos de exterminio, fueron de inmediato condenados por la gran mayoría del mundo democrático, por todos aquellos Estados en los que prevalecen los principios del respeto a los derechos humanos.
¿Y qué hizo otra vez la dictadura castrista?. Nuevamente calló, no condenó esos hechos terroristas, y con marcada premura articuló una campaña para legitimar la barbarie y convertir a los terroristas victimarios en víctimas, manipulando la verdad de los hechos con el más desenfadado cinismo, y contando uno a uno los muertos que la represalia judía ha provocado entre la población Palestina.
Cuenta el castrismo, metódicamente, a través de sus medios de propaganda y manipulación, las decenas, cientos y miles de Palestinos muertos, cada edificio bombardeado, pero oculta desvergonzadamente que a solo unos miles de kilómetros al noreste, en Ucrania, mueren cientos de miles, que otros tantos quedan mutilados, que desaparecen familias enteras bajo las bombas del Poder ruso, que han sido reducidas a escombros y cenizas cientos de ciudades y aldeas…
Pero, por qué tanto cinismo, tanta corrupción moral en estos miserables que nos han robado la vida a millones de cubanos?
Cómo pueden mentir de modo tan criminal sin consecuencias inmediatas?.
Primero, lo hacen porque cuentan con impunidad, porque tienen aún el control del país y de la información que difunden esos medios masivos, y no hay en consecuencia tampoco medios legales, democráticos, -derecho a la información, a la prensa, a la expresión, a la protesta, a la manifestación…- para que el pueblo cubano exponga su verdadera opinión, para que los desenmascare.
Segundo, actúan así porque como antes Fidel Castro era incondicional esclavo y sirviente de los soviéticos, luego Raúl Castro con su cúpula militar -que todos los que estamos aterrizados sabemos que es el verdadero dueño del Poder aqui- ha devenido en renovado títere del emperador ruso Putin.
Y, finalmente, está la causa fundamental por la que el régimen castrista oculta al asesino en cada nuevo acto criminal, sea cual sea su nacionalidad o región del mundo en que actúe, y busca establecer alianzas con él si es enemigo de sus enemigos: porque la mentira pública, la mentira como política de Estado, como medio de control y de sostén del Poder, está en su esencia.
Por esa razón -entre miles más- fue tan colosal la desvergüenza con que actuó el administrador del Poder castrista unas semanas atrás, cuando charló amistosamente en la televisión privada del régimen con una de esas mentes serviles que todo Poder tiene a mano como llavero de bolsillo, para «ocasionalmente» mostrarse como un «líder», y cuando afirmó insistentemente, como quien quiere convencerse a sí mismo, que «la revolución no dice mentiras»; «la revolución no miente»…
Y es cierto: las revoluciones -conceptualmente- no mienten; las dictaduras en las que mayoritariamente derivan, sí, y la castrista es vanguardista en esos menesteres.
