LLEGARON LOS AMERICANOS

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Irán Capote ()

Pinar del Río.- Me encontré a Zuleidy en el paso de escalera. Yo iba dispuesto a soltarle un disparate, a joderla, como siempre. Pero la vi tan indignada que preferí no decirle nada. Estaba vestida de una manera muy atípica en ella.

Siempre ha preferido los colores, las bolas, las rayas, los floripones, «los guarapetos»… Pero hoy no. Se había recogido el pelo en un moño apretado con una felpa. Iba en botas militares, pantalón verde olivo y una camisa azul bastante desteñida. Estaba llena de fango y suciedad. Olía bastante mal. Refunfuñaba.

Zuleidy: Cuando yo coja a Yaité, la del piso once, ella va a saber lo que es coquito con mermelada.

Yo: ¿Qué pasó?

Zuleidy: ¿Qué pasó? Que ella se piensa que es graciosa. Mira, si de pensarlo na´ má, me dan ganas de caerle a leña. Descara´…. Muchacho, yo estaba ahí en la casa, tranquilita, haciendo mis cosas. Y de pronto siento una algarabía tremenda. La gente empezó a bajar por las escaleras con tremendo corretaje. Me asomo y pregunto: ¿Qué pasó? ¿Qué pasó? Y nadie me respondía. Todos iban corriendo como si el mundo se estuviera acabando. Yaité fue la única que me dijo: «¡Niña, corre que llegaron!». Y yo lela. «¿Quiénes llegaron, Yaité? «¿Los americanos?». Y ella, ya de lejos me grita: «¡ Sí, Zuleydi, sí, son los americanooooos! ¡Corre pa´ dónde tú sabes!» ¡Mira, decirme eso a mí!

Yo: ¿Dólares americanos?

ZuleidyI: ¡Neneee! ¡Qué dólares, ni dólares, muchacho! ¡Los americanos! ¡Los yanquis! ¡El enemigo! Tú sabes que ellos siempre quisieron meternos mano para quedarse con todo lo que tenemos.

YO: ¡No jodas!

Zuleidy: Oye el cuento, Nene, no te pongas ahora con tus cosas. Pues, muchacho, entro yo corriendo pa´ la casa, cojo para el cuarto rápido, tiro el «chiforrober» abajo y saco el uniforme de miliciana que tengo listo hace cojonal de años. Me lo pongo. Todavía me servía, Nene. Está un poquito desteñido pero da la talla. ¿No es verdad?

Yo: Te queda precioso, Zuleidy. Precioso.

Zuleidy: Bueno, me alisté enseguida, Nene. Lista pa´ la pelea, pa´ la primera línea de combate. Y bajé a todo lo que daban estas piernas. Yo me eché años practicando el entrenamiento y nunca falté a un domingo de defensa. Cuando bajé no había nadie en todo aquello. Como la Yaité me había dicho «corre pa´ dónde tú sabes», yo corrí pa´ donde siempre nos dijeron. Al refugio. Llegué, tampoco había nadie. Pero órdenes son órdenes. Me metí refugio adentro, en pie de guerra. Allí había de todo: fango, camiones de porquerías, agua de las fosas…

YO: Por eso la peste, Zuleidy.

Zuleidy: Pero yo allí, Nene. Dónde me necesitaba el alto mando. Firme como un «cagoairán». A las dos o tres horas, ya me había aburrido de esperar. Y salí. Genaro andaba recogiendo laticas en el basurero que está al lado del refugio. Le pregunté a dónde había ido la gente de nuestro «pelotón.» Y me dijo que no sabía nada de ningún pelotón, pero que todos los vecinos se habían ido a hacer cola al kiosco porque había venido el pollo de los paquetes grandes, de los paquetes «americanos» . Y que había tremenda guerra formada contra las coleras. Según Genaro, «la batalla era allí «.

Yo: !No te lo puedo creer!

Zuleidy. Sí, Nene, vinieron los paquetes americanos y lo perdí comiendo «de la que pica el pollo.»

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