Por Irán Capote ()
Pinar del Río.- Un día Rosa Elena entró por la puerta de mi casa y me dijo: «Búscame algo de comer que estoy virá del hambre».
Ya había pasado la hora del almuerzo. Por aquel comedor había pasado un batallón. Le dije: «Asere, queda arroz pelao».
Ella bufeaba del hambre. Y me dijo, con ese gesto rural que nos identifica: » Neño, lo que sea, mete un arroz largo de esos tuyos.»
El arroz largo es una receta que me enseñó la sobrevivencia. Es fácil. Si te quedó arroz cocinado y no te alcanza, partes para el refrigerador y empiezas a recoger todos los poquitos que tienes y a mezclarlos con el arroz. Le cabe lo que le metas. Vas revolviendo, echando un ajito, algún ají cachucha. Luego, con un poco de bijol o salsa china, todo eso va cogiendo coherencia visual.
Y lo que parecía un poco de raspa se vuelve media cazuela de arroz elegante.
Con todos los poquitos que tenía en el refrigerador le hice su arroz largo. Eran otros tiempos. No había continuidad ni contingencia.
Le puse el plato frente a ella. Y luego le dije:«Se maduraron los plátanos burros… ¿Quieres uno?»…
Y ella, con los ojos a punto de salirse de sus órbitas, me dijo la frase que nos identifica desde entonces: «Achooooooo!!!!»
Hoy, después de mucho tiempo, saltando el tiempo y la distancia entre Pinar y España, nos vimos y lo primero que dijimos fue:
«Achooooooo!
