Por Jesús Hernández Villapol ()
West Palm Beach.- Espero que muchos padres se hayan hecho la pregunta, de si hemos logrado ser amigos de nuestros hijos, ante el cada vez mayor distanciamiento que se aprecia entre adolescentes y sus mayores en la sociedad moderna.
Quiero hablar desde mi perspectiva en Florida, Estados Unidos; al compararlo con la forma en que lo viví décadas atrás en Cuba, en que por lo general los niños y adolescentes tienen un constante intercambio con vecinos y amigos, por las características de nuestros países latinoamericanos.
En Cuba es normal que los pequeños jueguen en la calle, interactúen por el barrio en juegos y actividades sociales, algo que en Estados Unidos es raro.
Esta situación con frecuencia lleva a que los niños experimenten cierto distanciamiento, que constituye una seria preocupación para las familias. El tiempo que los hijos están dentro de sus habitaciones es excesivamente largo, ocupados en videojuegos, teléfonos, televisión y otra serie de entretenimientos, que los aparta del vínculo persona a persona.
Es evidente que los padres, ocupados por razones laborales, dejan mucho tiempo solo a los pequeños, quienes se refugian en sus espacios, donde encuentran lo que, en comunicación y afecto, quizás no reciben de sus allegados.
El dormitorio de un niño o adolescente en los Estados Unidos es prácticamente un almacén de juguetes y otros artículos, a los que en la mayoría de las ocasiones solo le prestan atención en los primeros días y así sucede de forma continua. La educación familiar emplea más como estrategia lo material, un regalo. La persuasión, la paciencia, el consejo con cariño evidencia carencias.
Me apena mencionar estos aspectos, cuando en nuestra Cuba, con tantos problemas; los niños no tienen siquiera un soldadito de plomo o una muñeca Barbie.
La fórmula no la tengo, no soy dueño de la verdad absoluta, pero observo cómo se ha puesto de moda el término: “negociar con nuestros hijos”, que no es de mi agrado. Considero que, en la formación de valores, en la educación; el negociar es inexacto y diría que incorrecto.
El buen amigo, con sinceridad; muchas veces nos dice verdades que no quisiéramos escuchar, aunque lleven la mayor razón. Eso deben hacer los padres.
En el trato con nuestros hijos debemos tener en cuenta que la palabra “no”, es importante. Sucede muy a menudo, que una persona “sí”, las que aprueban todo, de forma complaciente; llega a convertirse en una persona “no”, por las incidencias negativas que puede tener dar todos los gustos a nuestros descendientes.
Tenemos el deber de explicar, sin caer en excesos, el valor de las cosas y lo que cuesta obtenerlas.
El factor comunicación es vital en la educación y el ejemplo el arma más eficaz. En ocasiones debemos aplicar la severidad de la autoridad, sin que esto implique que la dulzura y el afecto estén ausentes. Respetar a nuestros hijos sin distanciarnos, identificarnos sin invadirlos.
Al enfocarnos en aspectos como comunicación e interrelación, es vital el vínculo con los maestros y amigos de nuestros hijos, debemos conocerlos, con la mayor profundidad posible; en ellos encontraremos muchas respuestas que nos abrirán horizontes.
La importancia de la familia no debe descuidarse, los más pequeños deben encontrar placer en esas relaciones, es una tarea que requiere mesura y sobre todo amor, no se gana con imposiciones, solo con cariño. El afecto y respeto a los mayores será un legado imperecedero que siempre nos agradecerán.
Nuestra función debe ser la de abonar el camino, corresponde a ellos con los instrumentos que ponemos en sus manos, lograr la adecuada armonía en esa melodía que es la vida.
Los amigos los escogemos por confianza, afinidad, empatía y gustos comunes. Lograr ser amigos de nuestros hijos implica, que de alguna forma esos ingredientes no falten.
Es una tarea ardua, no olvidemos que nuestros hijos se parecen más a su época que a sus padres, por lo que se impone ser parte de esta época, sin perder nuestra esencia.
(Tomado de Crónicas de Júpiter)
